Como recordarás, el mes pasado hicimos un breve recorrido por algunos de los mitos más extendidos en torno a la traducción asistida. Por desgracia, la cosa no queda ahí. De hecho, la de traductor es una de esas profesiones sobre las que todo el mundo tiene una opinión propia, no siempre ajustada a la realidad y, lo que es peor, no siempre respetuosa. Así pues, esta semana pretendemos desmontar cinco de los mitos más extendidos al respecto. Aunque solo sea por justicia poética.

1. LA TRADUCCIÓN ES UNA CIENCIA EXACTA. Existe mucha literatura sobre hasta qué punto puede considerarse la traducción como una ciencia… pero estaremos de acuerdo en que, si lo es, poco tiene de exacta. ¿Qué queremos afirmar con esto? Muy sencillo: que un mismo texto traducido por dos personas distintas pero igualmente profesionales no tiene por qué dar el mismo resultado. De hecho, en escasas ocasiones lo dará. Y aún diremos más: por distintos que sean los resultados, no hay motivo para que tengan que ser dispares. A veces, no hay traducciones correctas e incorrectas, sino tan solo distintas e igualmente válidas.

2. TRADUCIR SOLO EXIGE CONOCER BIEN UN IDIOMA. Bueno, en realidad exige conocer bien al menos dos, ¡y ni eso es suficiente! Suele decirse que, de forma ideal, un traductor solo debería trabajar hacia su lengua materna. Pero ni siquiera esto garantiza mucho si carece de la formación adecuada. Traducir exige un conocimiento profundo de la gramática, pero también del vocabulario y de otras muchas herramientas y recursos que, por sorprendente que suene, no todos los nativos tienen por el mero hecho de ser nativos.

3. EL TRADUCTOR DE GOOGLE ES MANO DE SANTO. Echando mano de otra frase hecha, podríamos decir que quien piensa así puede toparse con que era peor el remedio que la enfermedad. De hecho, se suele perder más tiempo arreglando los estropicios de una traducción hecha con esta herramienta que aprovechando la ayuda que, supuestamente, nos puede prestar. Y eso si se tienen los conocimientos necesarios para detectar dónde está el estropicio y cómo solucionarlo, claro.

4. UN BUEN TRADUCTOR PUEDE TRABAJAR TODO TIPO DE TEXTOS. Nada más lejos de la realidad (bueno, el punto 3 está aún más lejos, pero para qué redundar en él…). Cualquier buen traductor puede emprender de forma eficaz una traducción general, en eso estamos de acuerdo. Pero un traductor jurídico no tiene por qué saber realizar una buena traducción literaria (ni viceversa). Y eso no implica en absoluto que un tipo de texto sea más difícil o sencillo que el otro, sino tan solo que se trata de textos con naturalezas muy distintas que, por tanto, requieren conocimientos, habilidades y herramientas también muy distintas.

5. LAS MEJORES TRADUCCIONES SON LAS MÁS FIELES AL ORIGINAL. Craso error. Y, mucho nos tememos, uno de los más extendidos. Sí, hay que guardar una necesaria fidelidad al texto original, pero sin por ello sacrificar la fidelidad a la lengua meta. La literalidad la carga el diablo y, más a menudo de lo que muchos piensan, lo sabio es prescindir de ella. Las mejores traducciones no son las más fieles al original, sino las que son tan buenas, pero tan buenas… que ni siquiera parecen traducciones.

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