En nuestra entrada anterior hablábamos de las dos alternativas básicas que un escritor puede valorar a la hora de dar salida a su manuscrito: la edición tradicional y la autoedición o autopublicación.
Bajo nuestro punto de vista, ambas alternativas son perfectamente válidas y dignas de respeto siempre y cuando las desempeñen verdaderos profesionales. Así como siguen existiendo las editoriales “de toda la vida”, también hay empresas como Amazon que te ofrecen de manera expresa la posibilidad de autoeditarte y obtener con tu obra un control y un margen de beneficios mucho mayores que los que tal vez alcanzarías mediante cauces tradicionales.
De hecho, incluso hay editoriales que proporcionan, a la vez, ambos servicios. Ahí tenemos, sin ir más lejos, el Grupo Planeta, líder en el sector editorial en España y América Latina, que, además de publicar de manera tradicional, también ofrece desde hace unos años la plataforma de autoedición Universo de letras.
Claro que una cosa es autopublicarte de forma consciente y voluntaria, y otra, hacerlo bajo engaños, cláusulas opacas y, en definitiva, con un absoluto desconocimiento de que lo que has firmado no es, en realidad, ni un contrato editorial tradicional ni un contrato de autoedición, sino algo que se mueve entre ambas aguas sin poner el pie en ninguna de ellas. Algo que, dicho sin rodeos, adolece conscientemente de lo fundamental: claridad y profesionalidad.
Las empresas de autoedición serias y profesionales no temen usar la palabra “autoedición”, ni en sus páginas web ni en sus contratos, pues es justo lo que ofrecen y no ven nada malo en ello. Sus contratos son claros y específicos, y en el diálogo con el autor, que es constante y transparente, procuran darle a este mucho margen de maniobrabilidad.
Las empresas de autoedición encubierta, sin embargo, se mueven en aguas bastante turbias, pues fingen proporcionar las garantías de una editorial tradicional cuando, en realidad, lo que proporcionan es un contrato de autoedición sin las garantías de la autoedición profesional. Desde la mención de falsos comités de lectura hasta cláusulas leoninas en los contratos, todo está sutilmente orquestado para alcanzar un único objetivo: lucrarse con el autor sin que este tenga la menor posibilidad de control ni beneficio económico alguno de esa obra editada.
En realidad, no es muy difícil distinguir entre una editorial tradicional seria, una de autoedición seria y una de autoedición encubierta. Basta con ver si es necesario leer el contrato entre líneas o si no es necesario porque este tiene lo que debe tener todo contrato serio y profesional: transparencia.