De un tiempo a esta parte, parece haberse convertido en la expresión de moda en el mundo lingüístico: “escritura eficaz”. Pero ¿sabemos en realidad lo que implica este concepto? Quizá, para llegar a entender lo que significa, sea inevitable acotar lo que no significa.
Cuando hablamos de “las ventajas de la escritura eficaz”, no nos referimos a un taller literario, aunque a priori pueda sonar a eso. En realidad, escribir eficazmente es algo que concierne a cualquier persona que escriba, ya sea novelista, administrativo, universitario, técnico, médico o publicista. Escribir eficazmente es algo que concierne, incluso, a quien solo pretende redactar una circular empresarial o un correo electrónico dirigido a una institución oficial.
Son muchas las trampas que pueden convertir nuestra escritura en algo ineficaz. Por mucho que sepamos distinguir entre sujeto y predicado, quizá no sepamos cuál es el sujeto que más conviene a esa oración específica que necesitamos redactar. O tal vez no hagamos más que dar vueltas en torno a un tema, convirtiéndolo en una eterna introducción y sin llegar al fondo del asunto. Aunque, por qué no, también puede ocurrirnos todo lo contrario: que pequemos de ser tan directos, tan bruscos, que nuestro texto carezca por completo de estructura.
Para que podamos hablar de escritura eficaz, debemos tener en cuenta una serie de factores indispensables, entre los que cabe mencionar:
• Exigencias del entorno comunicativo específico. Porque no es lo mismo escribir un currículo que una carta con un ruego específico para un ministerio. El currículo exige concisión y relevancia máximas, dada la cantidad de currículos que puede llegar a recibir una empresa (y dada la cantidad de información que necesitamos transmitir). La carta, en cambio, puede permitirse un desarrollo formal un tanto más generoso.
• Correcta adecuación del mensaje y su registro al destinatario. Es decir, no seamos coloquiales donde deberíamos ser formales… pero tampoco exageradamente formales donde solo se nos exige un cierto grado de formalidad. Y, sobre todo, asegurémonos de expresar con la suficiente claridad lo que en realidad queríamos expresar (y no otra cosa).
• Organización estructural del texto. Desde las unidades más pequeñas, como son las frases, hasta las unidades mayores, como los párrafos (sin olvidarnos, por supuesto, de la relación entre todas ellas, donde desempeñan un papel fundamental los conectores discursivos).
En realidad, son solo tres de los factores que hay que tener en cuenta. Pero hay muchos más. Incluso podríamos hablar de subfactores, o de grados, lo cual complica aún más el asunto: ¿cuándo puede decirse que un texto breve es demasiado breve?, ¿cuándo un texto concienzudamente estructurado comienza a perder frescura y personalidad?, ¿siempre es indispensable ser claros o, según nuestra intencionalidad en determinadas comunicaciones escritas, nos beneficia bordear lo ambiguo?
Sin duda, la escritura eficaz es un tema tan apasionante como práctico, del que cualquier persona puede beneficiarse en su día a día. Así que, si tú quieres ser una de esas personas, si quieres aprender a escribir con eficacia, no te pierdas nuestras futuras entradas en el blog. ¡Será a la vuelta del verano!

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