Seguro que lo has vivido más de una vez. Te encuentras escribiendo como si un apuntador te dictara el texto escondido en algún rincón de la estancia. Te diviertes, te sientes inspirado, todo fluye… hasta que de repente, ¡zas!, aparece el temido bloqueo. El ritmo se decelera y termina por estancarse. Te quedas en blanco, no sabes cómo seguir. Cada solución te parece peor que la previa. La inspiración se transforma en un terreno estéril. Y la frustración se apodera de ti.
¿A qué se debe esto? Son muchos los factores. En el caso mencionado arriba, puede deberse desde a una súbita falta de concentración (suele ocurrir: a veces, determinados pensamientos irrumpen en nuestra cabeza sin que nos percatemos siquiera) hasta a la llegada a un tramo del texto que presenta demasiadas dificultades aún por resolver. Pero también pueden darse otras razones, como cierta falta de confianza en nosotros o en lo que queremos contar (el famoso “miedo a la página en blanco”).
Existen técnicas muy diversas para romper ese bloqueo. En la entrada de esta semana hemos seleccionado las siete que consideramos más útiles:
1. Piensa en voz alta, deja que tus pensamientos fluyan… Y grábate, porque el habla es a menudo un proceso muy subconsciente, de modo que quizá salgan ideas interesantes de ahí.
2. Busca inspiración en fuentes externas: hojea algún libro que te guste en busca de pasajes evocadores, piérdete contemplando fotografías o ilustraciones que te hayan servido de base para tu historia, o incluso revisa algún fragmento de una película que te inspire (solo un fragmento).
3. Pon música apropiada. Que te inspire sin acaparar toda tu atención, que te envuelva sin hacerse omnipresente, que fluya como pretendes que fluya tu texto. La música funciona muy bien para introducirnos en determinados estados de ánimo y, por qué no, de conciencia.
4. Escribe otra cosa que no tenga nada que ver (quizá una entrada de blog, una carta abierta o un poema). A veces también sirve poner en práctica la escritura automática: escribe sin pensar en lo que vas a escribir, deja que tu inconsciente fluya como un río caudaloso…
5. A veces el bloqueo ocurre en mitad de la escritura, como decíamos en el primer párrafo. No temas dejar fragmentos en blanco: quizá hoy no era el momento de escribir ese pasaje que te habías propuesto (pongamos una épica batalla campal), pero siempre puedes retomarlo en otro punto y dedicarte hoy a un fragmento que te resulte más sencillo (tal vez un malicioso diálogo entre dos personajes). Recuerda: a veces el texto no fluye porque tu estado de ánimo tampoco fluye hacia ese texto.
6. No luches contra el bloqueo. O, mejor dicho, no luches de forma consciente. Quizá lo mejor sea hacer otra actividad que nada tenga que ver de forma muy directa con la escritura: planchar ropa, fregar platos, echarte una siesta… o la joya de la corona: un inspirador paseo por el parque.
7. Repasa tus notas. Tal vez te has estancado porque algo no acaba de encajar en tu planificación. Puede que la voz narrativa que habías elegido no sea la más adecuada. O puede que no te hayas documentado lo suficiente sobre la época histórica donde quieres situar tu relato.