Podemos considerar que la creación de un blog corporativo es un elemento básico en toda estrategia de marketing empresarial. ¿Por qué? Por muy diversos motivos. Para empezar, porque un blog empresarial permite tener una presencia adicional en línea y posicionar la marca en los navegadores para atraer tráfico a la web. Por otro lado, porque es un excelente modo no solo de obtener nuevos clientes potenciales, sino de fidelizar y reforzar la confianza de aquellos ya establecidos. Además, si el blog está bien pensado y genera contenido de cierta calidad (muy importante: y si lo genera con cierta asiduidad), puede resultar de lo más beneficioso para la imagen profesional de la marca.
Ahora bien, ¿a qué llamamos un blog “bien pensado”? Aquí entran en juego diversos componentes, que desglosaremos con más detalle el mes que viene. Pero, para ir abriendo boca, esta semana nos centraremos en el que primero entra por los ojos: la imagen, la apariencia. O, más en concreto, la maquetación.
SENCILLEZ. En general, no es muy recomendable decantarse por un diseño demasiado abigarrado y “barroco”, ya que puede resultar abrumador e incluso confuso. Mejor una apariencia limpia y sencilla que resulte más cómoda y atractiva para los visitantes. De hecho, desde hace bastante tiempo está imperando cierta tendencia hacia el minimalismo. Ah, y no olvides incluir el logo de la marca por algún sitio (al fin y al cabo, de hacer marca se trata).
COLORES. Hay que ser muy cuidadosos a la hora de seleccionarlos, pues una gama cromática mal escogida (demasiado cálida, demasiado fría… o quizá una que recuerde demasiado a la de otra marca) puede estar dando una imagen errónea de nosotros mismos. Por supuesto, lo ideal sería utilizar los colores corporativos de nuestra marca.
TIPOGRAFÍA. Mucho cuidado aquí, pues elegir la tipografía más adecuada para redactar las entradas será el primer factor que determine si los visitantes se tomarán la molestia de empezar a leer (o de seguir leyendo, en el caso de que ya hayan empezado). Decántate por una fuente que facilite la legibilidad y, por supuesto, que tenga un tamaño idóneo (en efecto, amigos, en este caso… ¡el tamaño sí importa!). Entre las fuentes más recomendables para estos menesteres, se suelen mencionar Helvética, Serif, Calibri o Verona. Pero hay más, por supuesto. Y es decisión tuya escoger la que mejor se adapte a tu empresa. Respecto al tamaño, aquí cada maestrillo tiene su librillo (como quien dice), pero hay algo que sí es recomendable siempre: no utilizar tamaños inferiores a 12 px. A no ser, claro está, que nuestra empresa sea una óptica y queramos que a los visitantes de la web les aumenten las dioptrías a base de forzar la vista leyéndonos (o tratando de leernos, vaya).
IMÁGENES. Recuerda que las imágenes que acompañen a tus textos no solo están ahí para “decorar”, sino también para reforzar el mensaje que pretendes transmitir con cada entrada de blog. Pregúntate: ¿guarda esta imagen alguna relación clara con la temática de la entrada del blog?, ¿hasta qué punto refuerza el mensaje o lo condensa visualmente? Obsta subrayar que las imágenes deben tener la suficiente calidad. Pero mucho cuidado: no uses la primera que encuentres por la red y que te guste (ojito con los derechos de autor). Existen múltiples bancos de imágenes que te pueden sacar de un apuro, en este sentido, y algunas te brindan opciones de lo más simpáticas y originales. Sea como sea, tampoco te obsesiones mucho con el valor artístico de la imagen. Si has de obsesionarte con algo, que sea más con el valor que aporta al contenido escrito.