Los usuarios habituales de Twitter saben bien que, a la hora de publicar un determinado mensaje, se deben ajustar a un límite de doscientos ochenta caracteres por tuit (incluidos espacios, signos ortográficos independientes…). Ni uno más. Y aún gracias, pues inicialmente eran solo ciento ochenta. Por supuesto, esto los obliga a ser concisos, quizá ingeniosos y, en ocasiones, incluso más directos e incluso tajantes de lo que lo serían en otros medios.
Sea como sea, lo que está claro es que Twitter supone en sí mismo todo un lenguaje. Y, por supuesto, como “lenguaje” de peculiares características, también plantea una serie de problemas a la hora de su traducción. Sobre todo, entre aquellos pares de idiomas que más difieren en sus estructuras específicas. No es lo mismo traducir un tuit del catalán al castellano (a grandes rasgos, ambas lenguas no difieren demasiado en su estructura, que es más o menos sencilla) que del castellano al inglés (este último con una estructura un tanto más compleja) o al alemán (cuya complejidad estructural ya se dispara, lo que requiere del uso de bastantes más caracteres para un mismo mensaje).
Pero, aparte del número de caracteres por tuit y la estructura general de la lengua meta, hay otros aspectos más o menos vinculados que deben tenerse en cuenta. Por supuesto, la “esencia” del mensaje (sus objetivos y el tono elegido para articularlos, entre otros)… aunque insistimos, y no nos cansaremos de hacerlo, en que esa “esencia” siempre quede acotada en los doscientos ochenta caracteres de rigor. Eso por no mencionar al público objetivo del mensaje, que también determinará en gran medida hasta qué punto podemos traducir o mejor “adaptar” el mensaje original para transmitírselo de forma adecuada y respetando el objetivo primordial. Todo un mundo, vaya.
Para finalizar esta entrada, cabría señalar que, en realidad, el propio Twitter ofrece una herramienta para traducir de forma automática tuits. Ahora bien, ¿hasta qué punto resulta fiable esta herramienta? Si el mensaje es lo bastante directo y no presenta muchas vueltas ni recovecos, puede que en un momento dado nos saque las castañas del fuego, más o menos. Pero, como decíamos en el párrafo anterior, con frecuencia hay más elementos que tener en cuenta. Y, como anticipábamos al principio, a menudo esa acotación de caracteres invita a tirar de ingenio, de ironía, de juegos de palabras… Demasiados matices para “una máquina”. Al menos, hoy por hoy.

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