La mayoría de las empresas actuales (incluso las más pequeñas) se ven obligadas a redactar en un momento u otro contenidos de todo tipo: páginas web, publicidad, boletines informativos, libros de marca… Sin embargo, no todas tienen en mente que ese contenido pueda traducirse después con ciertas garantías a otro idioma. Porque, en efecto, quizá a Pollos Enriqueta (por inventarnos un nombre) le baste con hacer buzoneo por el barrio y adyacentes con anuncios en castellano. Pero ¿y si nuestra empresa tiene las miras puestas en otros países? ¿O incluso en ese público no del todo castellanoparlante que se mueve dentro de nuestras fronteras (en concreto, destinos con mucha población extranjera)?
Así pues, para minimizar los problemas que se plantean a la hora de traducir nuestros contenidos profesionales a otros idiomas, hoy vamos a sugerirte una serie de puntos que pueden serte de utilidad.

  1. Ya durante la fase de redacción (y después en la de traducción), piensa de forma específica en los clientes objetivos para moldear el mensaje en forma y fondo con tal de adaptarlo a ellos. Esto ya lo vimos en nuestro curso de escritura eficaz, pero no está de más recordarlo.
  2. Apuesta por la máxima sencillez y claridad. No excederte en la longitud de las frases siempre es una apuesta segura para prevenir complicaciones y ambigüedades innecesarias.
  3. Aplica la terminología de forma consistente. ¿Qué significa esto? Muy sencillo: que si en el texto original siempre se empleaba una palabra concreta para definir una realidad concreta, tú no vayas cambiándola a lo largo de la traducción según te sople el viento.
  4. Ojito con los juegos de palabras y las connotaciones culturales. Nuestros contenidos profesionales no son lo que se dice un ensayo académico, así que tampoco podemos permitirnos el lujo de ir añadiendo notas al pie para aclarar juegos de palabras. Si en el texto original los hay (y, ciertamente, la publicidad es muy dada a ellos), habría que buscar posibles equivalentes en la lengua meta. Con las connotaciones culturales resulta aún más complicado, pues a veces ni siquiera hay equivalencias. Así pues, si el texto original lo producimos nosotros mismos y sabemos que en algún momento tocará traducirlo, quizá sería conveniente neutralizar un poquito ese aspecto y no llenarlo todo de “pecadores de la pradera”.
  5. Y, por último, esta ya va más para el empresario en cuestión que para el traductor: si quieres obtener un trabajo realmente profesional, confíalo a un profesional. Obvio, ¿no te parece? Quizá los programas de traducción automática estén bien para salir del paso cuando tenemos una duda o una curiosidad a título personal, pero no tanto para ofrecer al mundo un texto bien rematado. Así pues, encarga el trabajo a un traductor profesional. Proporciónale toda la información que necesite. Responde sus dudas, por tontas que a ti te parezcan. Y confía en su criterio, que para eso es un profesional en lo suyo como tú en lo tuyo.

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