El DPD define “concordancia” como “la coincidencia obligada de determinados accidentes gramaticales (género, número y persona) entre distintos elementos variables de la oración”. En definitiva, es lo que nos hace decir “tu casa es muy amplia” (en vez de “tu casa es muy amplio”) o “a María y a Sonia las vi anoche” (en vez de “a María y a Sonia la vi anoche”). Y sin embargo, en nuestro idioma, ya sea oral o escrito, se producen a menudo deslices relacionados con las concordancias. Así que esta semana te diremos algunos de los casos donde mayor peligro hay de meter la pezuña en cuanto a discordancias. Toma nota.
USO DE SUSTANTIVOS EPICENOS. O sea, aquellos que, con un solo género gramatical, ya se refieren a ambos géneros (“una víctima”, “un personaje”…). Cuando hagamos la concordancia, debemos hacerla fijándonos en el género gramatical, no en el sexo del referente. Por tanto, no diremos “La víctima, un señor de sesenta años, resultó gravemente herido”, sino “gravemente herida” (pues, con independencia del sexo del pobre señor, el género gramatical de “víctima” es femenino).
USO DE CLÍTICOS. ¿Otro “palabro” raro? Pues sí, pero también podemos llamarlos “pronombres átonos de dativo”. Hum… Vale, tal vez haya sido peor el remedio que la enfermedad. Será mejor que lo veamos con ejemplos. Quizá por escrito sea menos habitual, pero puede que en alguna ocasión hayas oído un “Dile a tu padre y a tu madre que vengan”. Pues bien, ahí se está haciendo un mal uso del pronombre “le”, ya que debería haberse dicho “diles”, en tanto en cuanto ese “tu padre y (…) tu madre” forma un plural.
USO DE CARDINALES. Desgraciadamente, este lo habrás visto u oído más de una vez en medios de comunicación. Los números cardinales suelen ser de género masculino, excepto el número “uno” y sus variantes, que en caso de preceder a un sustantivo femenino deberán concordar en género con este. De ahí que siempre diremos, por ejemplo, que “veintiuna familias se han visto afectadas” (no “veintiún familias”, por mucho que se empeñen algunos medios).
DISCORDANCIA VERBAL. Y, como siempre, dejamos para el final la joya de la corona. A menudo, este tipo de discordancias se producen por mero despiste. Por ejemplo, cuando tenemos un larguísimo sujeto y, para cuando llegamos al verbo, damos por hecho que este último debe ir en singular, pese a que en realidad el sujeto era plural. Ejemplo:
“Los fallos de seguridad de los que se ha hecho eco durante toda esta semana el director del instituto de educación secundaria de nuestra localidad debe estudiarse muy detenidamente”.
Tenemos un sujeto tan frondoso y poblado de sustantivos en singular (“seguridad”, “eco”, “semana”, “director”, “instituto”, “localidad”) que, para cuando llega nuestro solitario verbo, quizá ya nos hayamos olvidado de que en realidad el núcleo del sujeto está en plural (“fallos”). Pero, ojo, porque lo mismo puede ocurrir si entre el sujeto y el predicado insertamos entre comas un inciso como una catedral gótica. Y sirva de ejemplo la misma oración:
“Los fallos de seguridad, de los que se ha hecho eco durante toda esta semana el director del instituto de educación secundaria de nuestra localidad, debe estudiarse muy detenidamente”.
Por supuesto, en ambos casos esos fallos de seguridad “deben” estudiarse. Y nuestros errores de concordancia también deberían.