Desengáñate: de todos los posibles «horrores» que minan un texto, uno de los que más saltan a la vista son nada menos que los de acentuación. Ojo, porque no se trata de un tema baladí. Quizás un error de concordancia o uno de puntuación logren pasar desapercibidos durante una mera ojeada en diagonal, pero un error relativo a los acentos se convierte en un gigantesco letrero luminoso que incluso puede tomarse como amable invitación a no proseguir la lectura… o a no emprenderla en mayor profundidad.
El acento gráfico (o su ausencia) va unido a la letra como la uña va unida a la carne. Son indisolubles, y por eso un mal uso resulta tan escandaloso desde el punto de vista visual. ¿A quién no le produce dentera leer «proposito» en vez de «propósito»? ¿O «via» en vez de «vía»? ¿A dónde van a parar las pobres tildes huérfanas que se pierden por el frondoso camino de la página?
Un buen dominio de la acentuación resulta de suma importancia para alcanzar una escritura verdaderamente eficaz. Y no solo porque demuestra que nos tomamos en serio la gramática, sino porque a menudo incluso puede despejar ambigüedades semánticas. Un acento a tiempo o a destiempo es capaz de cambiar ya no solo significados, sino incluso categorías gramaticales. No es lo mismo «si» (que, sin acentuar, funciona como conjunción condicional) que «sí» (palabra que, acentuada, puede tener la función de adverbio afirmativo, entre otras).
Veámoslo con un par de ejemplos relativos al uso de «si»/»sí».
«Si termino los deberes, iré».
(No sabes si terminarás, y por eso usas un condicional).
«Sí termino los deberes, iré».
(Mediante ese adverbio, afirmas con rotundidad que los terminarás).
Como ves, no da igual poner o no el acento: realmente, su presencia o ausencia puede modificar todo un significado… y sus implicaciones posteriores.
Ahora subamos la apuesta no con una, sino con dos combinaciones de palabras: «él te»/»el té».
«Él te sabe complacer».
(Un ente de género masculino sabe complacerte a ti en particular).
«El té sabe complacer».
(La infusión es tan deliciosa que deja con muy buen sabor a todo el mundo).
Dicho esto, lo cierto es que nos encantaría que esta entrada despejase cualquier duda que pudiera surgirte en cuanto a acentuar palabras. Por desgracia, se trata de algo virtualmente imposible en la modesta medida de nuestras posibilidades. Las reglas de acentuación conforman todo un mundo, repleto de matices, excepciones y vericuetos. Así pues, nos conformamos con haber hecho una llamada de atención sobre su enorme importancia, a menudo demasiado subestimada. Para ampliar conocimientos, te remitimos al Diccionario panhispánico de dudas, donde encontrarás información a fondo en torno a este tema. Eso sí, no permitas que te avasalle la profusión de datos: léelos con calma, empápate de ellos… y, por supuesto, ponlos en práctica. Recuerda que una escritura eficaz también es una escritura bien acentuada.