Durante meses, hemos estado viendo de qué modo usar todos los elementos a nuestro alcance para conseguir que nuestra escritura sea lo más eficaz posible: desde definir objetivos y destinatarios hasta fijar el tipo de texto, contextualizar, bocetar, organizar estructuras en distintas jerarquías, prestar la debida atención a acentos y puntuación…
Pues bien, tenemos malas noticias para ti: el satisfactorio resultado de todos nuestros esfuerzos puede quedar desactivado cuando, de repente, comienzan a colársenos errores de concordancia. Pero ¿qué son exactamente los errores de concordancia? Digámoslo claro: son esos pequeños ninjas que se cuelan de forma inadvertida en tu texto para que cunda el caos y el desorden (caos y desorden en cuanto a corrección y claridad, se entiende; y, por tanto, en cuanto a eficacia).
La concordancia es un recurso que nuestra lengua usa para, mediante referencias cruzadas, indicar las relaciones gramaticales existentes entre los diversos elementos de una oración. O, si se nos permite el símil jocoso, se trata de esa mano sabia que sabe emparejar los calcetines de colores en el cajón textual, de tal modo que un sustantivo masculino singular vaya con su correspondiente adjetivo masculino singular, no con uno femenino plural.
Parece un tema sencillo, ¿verdad? Basta con que tengamos clara la sintaxis de una oración y, más en concreto, la relación directa entre sus elementos. El problema es que, a veces, ambos factores pueden volverse de lo más escurridizos por diversos motivos, y entonces es cuando aparecen nuestros pequeños ninjas. De hecho, en la segunda oración de este párrafo hay un error de concordancia (deliberado) que tal vez te haya pasado inadvertido: hemos dicho “clara”, cuando lo adecuado habría sido “claras”, pues el adjetivo se refiere a dos cosas: la sintaxis, por un lado, y la relación entre elementos, por el otro.
En este caso, podríamos concluir que el error surge de la cercanía de “clara” respecto a “la sintaxis de una oración” y su relativa lejanía respecto a “la relación directa entre sus elementos” (lejanía que, para colmo, queda intensificada por el inciso “más en concreto”). También podría ser que, tras haber decidido escribir “tengamos clara la sintaxis de una oración”, lo meditemos mejor y decidamos añadir “y, más en concreto, la relación directa entre sus elementos”… todo ello sin pasar por el taller de chapa y pintura para tunear esa concordancia nominal del adjetivo de modo que este pasase del femenino singular original al femenino plural final.
De hecho, las distancias y los incisos los carga el diablo, y si no que se lo pregunten a las concordancias entre sujeto y verbo. Tomemos como ejemplo la siguiente oración: “Dos de cada diez personas sanas, según indica un estudio inmunológico, tiene anticuerpos contra el COVID-19 por resfriados comunes”. En realidad, no debería ser “tiene”, sino “tienen”, pues el sujeto es “Dos de cada diez personas” (que es plural). Quizá lo veremos más claro aún si reestructuramos la frase: “Según indica un estudio inmunológico, de cada diez personas sanas, dos tienen anticuerpos contra el COVID-19 por resfriados comunes”. ¿A que ahora salta a la vista?
Otro de los casos donde se suele incurrir en “invisibles” errores de concordancia tiene que ver con las construcciones partitivas. Veámoslo con un ejemplo: “Yo soy de los que pienso que conviene seguir las recomendaciones sanitarias”. Si bien el verbo “soy” concuerda con el sujeto en primera persona singular “yo”, el verbo “pienso” no debería concordar con ese mismo sujeto, sino con “de los que”, y por tanto ir conjugado en tercera persona del plural: “piensan” (“de los que piensan”).
Dejamos para el final la joya de la corona, tal vez el ninja más mortífero de todos, por su capacidad para pasar desapercibido incluso a ojos de los escritores más avezados. Nos referimos a las discordancias que se producen al usar como complemento indirecto el pronombre personal singular “le”, en vez del plural “les”, cuando el elemento sustituido es plural. ¡Menudo lío! No te apures, lo veremos mejor con un ejemplo. Tomemos esta oración: “No puedo pasarme la jornada explicándole una y otra vez lo mismo a los alumnos”. Evidentemente, el error está en el “-le” de “explicándole”, que debería ser “-les”, ya que hace referencia a “a los alumnos”. Así pues, lo correcto habría sido: “No puedo pasarme la jornada explicándoles una y otra vez lo mismo a los alumnos”. Tal vez te parezca que no es un error tan escurridizo, que salta mucho a la vista… pero recuerda que te hemos advertido sobre él. En la práctica, se repite mucho más de lo que imaginamos.
Claro que todo esto no son sino meros ejemplos. Por desgracia, el mundo de las concordancias (o de las discordancias, para el tema que nos preocupa) es de lo más poliédrico, y para ello te emplazamos al Diccionario Panhispánico de Dudas, donde encontrarás información profusa al respecto. Sea como sea, recuerda que este tipo de errores no suelen originarse en nuestro desconocimiento, sino más bien en nuestro despiste. Así que ya sabes: revisa, revisa, revisa…

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