Seguro que has oído más de una vez este término que acuñó Luis Bonino en 1990. Y quizá también hayas sufrido más de una vez sus consecuencias. Por ejemplo, cuando has pedido una cerveza que le han acabado sirviendo “por defecto” a tu acompañante masculino (pese a que fue él quien había pedido el poleo). Según la artista Feminista Ilustrada, un micromachismo es “una muestra de violencia tan sutil en la vida cotidiana que suele pasar desapercibida. Son pequeñas costumbres que reflejan y perpetúan actitudes machistas y la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres”.
Sin embargo, estos micromachismos (que de “micro” solo tienen el nombre, no nos engañemos) pueden extenderse incluso al ámbito lingüístico, con el uso de palabras, expresiones y tratamientos que, incluso sin ser nosotros conscientes, a menudo siguen haciendo más mal que bien y perpetuando relaciones de subordinación. Veamos unos pocos ejemplos que evitar.

SEÑORAS Y SEÑORITAS. Un clásico. A ningún hombre le dan a elegir entre que se defina como “señor” o como “señorito”, pues el estatus civil de un hombre jamás tiene importancia para nadie. En cambio, incluso en formularios oficiales, a menudo hemos visto en la casilla de ellas: “Srta./Sra.”, diferenciando entre si está en edad de merecer o si ya se le ha pasado el arroz… valgan las expresiones (rancias, sí, pero muy al pelo).

MÉDICOS Y ENFERMERAS. Aunque el DRAE ya recoge el sustantivo “médica” para referirse a las mujeres que se dedican a la medicina, durante mucho tiempo se empleó “médico” con independencia del género. Todo lo contrario que el sustantivo “enfermera”, que muy probablemente será como traduzcamos la palabra inglesa “nurse” llevados por la inercia (y por un formidable ejercicio de micromachismo, dígase de paso, pues también hay enfermeros).

LOS ILUSTRES MODISTOS. Y hablando de profesiones, otra palabra que se lleva la palma es “modisto”, absoluto salto mortal lingüístico con doble tirabuzón que se ideó, claramente, para evitar que los “dignísimos” caballeros que se dedican a la moda se confundan con las “indignas” modistuchas costureras. Pensadlo bien: usamos el sufijo “-ista” con independencia del género (“ajedrecista”, “trapecista”, “barista”…). Y sin embargo, en el caso de “modista” se ha querido forzar la absurda, esnobísima y, por descontado, machista distinción masculina de “modisto”. Ejem…

LAS ESPOSAS PERFECTAS. Durante la polémica gala de los Premios Óscar de 2022, el humorista Chris Rock hizo más de un comentario desafortunado. Todos hemos hablado mucho del más sonado, pero otro del que se ha hablado menos es cuando comentó: “Tanto Javier Bardem como su esposa están nominados”. Con “su esposa” se refería, por supuesto, a Penélope Cruz, una de las actrices más prestigiosas del mundo, con una longeva carrera profesional reconocida con tantos premios como seguramente acapara “su esposo”. Pero para el señor Rock no era Penélope Cruz, sino tan solo la mujer de Javier Bardem. Y ojo, que no es el primer caso ni será el último.

EL ESCALOFRIANTE REFRANERO ESPAÑOL. Y cerramos con una auténtica galería de los horrores: desde expresiones simplemente insultantes (“Es más puta que las gallinas”) hasta otras ya más inquietantes (“O follamos todos, o tiramos la puta al río”). Qué fijación con las trabajadoras del sexo, por cierto… Aunque, si se prefiere, también hay refranes de una violencia tan brutal (“La mujer casada y honesta, con la pata quebrada y en casa”) que ojalá estuvieran en desuso no solo lingüístico.

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