“Sube para arriba, que vas a ver lo que es bueno”. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esas palabras en boca de sus progenitores. Y sí, ahora eso de “sube para arriba” es algo que puede dar dentera estilística a más de uno, pero cuando éramos unos pequeños rebeldes, nuestros padres no estaban para que les censuraran los pleonasmos.
A quienes esta última palabra les haya sonado a consultorio sexual, diremos que es más bien de consultorio lingüístico. De hecho, llamamos “pleonasmo” al uso dentro de una oración de uno o más vocablos que, por mera redundancia, resultan innecesarios para su sentido completo. De ahí que “subir para arriba” sea un pleonasmo, ¿o acaso se puede “subir para abajo”? De acuerdo, en el País de las Maravillas todo es posible. Y en la escena final de la película “Dentro del laberinto”. Del mismo modo que en esos lugares de fantasía, tan poco dados a los pleonasmos, también es posible “entrar afuera” o “bajar arriba”.
Pero estamos en el mundo en el que estamos, y aquí no hace falta decir que un accidente fue “fortuito” (todos los accidentes lo son por definición) o que alguien puso el “colofón final” (hoy por hoy, los colofones iniciales no existen, que sepamos).
El problema con los pleonasmos es que, por lo general, no gozan de muy buena prensa. Suenan a prosa poco elegante, perezosa, no lo bastante pulida. Y a veces es una impresión ganada a pulso. Pongamos de ejemplo un texto literario que acabamos de inventar: “La mujer avanzó con el candelabro en alto, absolutamente aterrorizada”. Si tenemos en cuenta que “aterrorizar” significa “causar terror”, y que el DRAE define la palabra “terror” como “miedo muy intenso”, ¿no está de más el adverbio “absolutamente”?, ¿o acaso se puede estar “aterrorizada a medias, solo un poquitín”? De acuerdo, habrá quien diga que un pleonasmo como este tiene valor estilístico y enfático, pero también habrá quien diga que nuestro estilo es bastante patatero y que no hemos pulido el texto lo suficiente. O dicho de otro modo: que hemos querido ser tan intensos que nos hemos pasado de frenada. Y ya bastante intenso es (incluso en su musicalidad) el adjetivo “aterrorizada”.
Aun así, la propia RAE determina que no hay que echar pestes de cualquier pleonasmo solo porque, en un sentido estricto, sea redundante. Y así lo expresó en su cuenta de Twitter: “La redundancia expresiva es un fenómeno normal en la lengua. ‘Subir arriba’, ‘bajar abajo’, etc., son expresiones redundantes pero expresivas, y a menudo útiles, en la lengua hablada. No cabe censurarlas”. Cuando un usuario les preguntó a qué se referían con eso de “expresiones expresivas” aplicado a “subir arriba” o ”bajar abajo”, la RAE respondió así: “Esos verbos se construyen normalmente con un complemento de lugar o dirección. Que el sentido del movimiento (hacia arriba o abajo) esté ya implícito en el verbo no implica que no pueda explicitarse en el enunciado, reforzando la idea”.
Al final, lo más sensato en estos casos es no ser más papista que el papa. Es decir, no censurar cualquier pleonasmo tan solo porque nos parezca redundante. Valorar hasta qué punto sus fines expresivos lo justifican. Porque no es lo mismo un informe técnico en el que se hable de un “cáncer maligno” (¿desde cuándo puede ser benigno un cáncer, doctor?) que un poema donde hablemos de “la oscura noche de tus silencios” (que no sabes tú lo mal que me lo haces pasar con tu pasivo-agresividad, encanto…).

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies