Cada campo de traducción tiene sus propias particularidades; y, posiblemente, uno de los más resbaladizos en ese sentido es el de la traducción literaria. Suele decirse que un buen traductor literario debe ser, ante todo, un buen escritor. Y, antes de sentarse ante la página en blanco, un buen escritor debe haberse empapado leyendo textos literarios en su propio idioma. Solo de ese modo logrará evitar que sus creaciones literarias parezcan malas traducciones de otros idiomas.
Uno de los errores más comunes en traducciones literarias muy primerizas es puntuar de forma incorrecta los diálogos. Por ejemplo, entrecomillando cada intervención como se hace en inglés, cuando en realidad en español se usan rayas para marcar las intervenciones de los personajes (—). Por lo tanto, no diremos…

“Ven a ayudarme”, le pidió Lola

… sino…

—Ven a ayudarme —le pidió Lola.

También los hay que han oído campanas y no saben dónde, así que usan erróneamente guiones (en vez de rayas) para sus diálogos:

-Ven a ayudarme -le pidió Lola.

A veces, hay intervenciones dialogadas en inglés que se insertan en pleno párrafo descriptivo. Pero ojo, porque en español no podemos hacer esto; cada intervención dialogada en un texto en español debe ocupar su propio párrafo e ir sangrada en la primera línea.
Por otro lado, no hay que dejar ningún espacio entre la raya y el texto de la intervención del personaje. Así, no diremos…

— Ven a ayudarme.

… sino…

—Ven a ayudarme.

Cuando escribimos una acotación tras el texto de intervención, la raya que sigue a esa intervención del personaje y precede a la acotación lleva un espacio antes (pero va pegada a la acotación).

—Ven a ayudarme —le pidió Lola.

Ya dentro de la acotación, las rayas que la enmarcan no deben llevar ningún espacio que las separe del texto de la acotación, sino que deben ir pegadas a él.

—Ven a ayudarme —le pidió Lola, harta—. ¿No ves que no puedo con todo?

Cuando la intervención de un personaje en el mismo párrafo se ve interrumpida por una acotación, la puntuación de la frase interrumpida se traslada al final de la acotación, detrás de la raya de cierre. Por ejemplo, en el siguiente caso, la frase “Ven a ayudarme, que todo hay que decírtelo” quedaría así:

—Ven a ayudarme —le pidió Lola—, que todo hay que decírtelo.

Si en este caso la intervención abre con una oración interrogativa o exclamativa, de todos modos habrá que poner punto (o coma) después del inciso:

—¡Ven a ayudarme! —le gritó Lola—. Me tienes hartita, de verdad.

Del mismo modo, si la primera frase de la intervención acaba con puntos suspensivos antes de la acotación, detrás de esta última pondremos igualmente punto (o coma, según el caso):

—Pero mira que eres vago… —masculló Lola—. ¡Ven a ayudarme!

Las acotaciones construidas con los llamados “verbos de habla” o “verbos ‘dicendi’” (como “decir”, “preguntar”, “exclamar”, “susurrar”…) comienzan con el verbo siempre en minúscula. Así, no diremos…

—Ven a ayudarme —Le ordenó.

… sino…

—Ven a ayudarme —le ordenó.

En cambio, cuando la acotación no hace hincapié en la actividad verbal, sino en otros aspectos (del personaje interviniente, del contexto o de lo que sea), hay que poner punto al final de la frase previa a la acotación, abrir con mayúscula inicial la acotación y escribir otro punto detrás de la segunda raya de la acotación. Por ejemplo:

—Ven a ayudarme. —Se secó el sudor de la frente—. No creo que tardemos mucho.

Por supuesto, hay algunas particularidades más, pero creemos que con estas generalidades puedes apañarte para puntuar de forma más correcta los diálogos que traduzcas. A por ellos.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies