Los llamados queísmo y dequeísmo conforman dos de los fenómenos más habituales (y a menudo censurados) entre los hispanohablantes. Dos fenómenos que se te pueden pegar como una lapa. De hecho, es posible que incluso tú, querido lector, querida lectora, sufras en tus carnes (¡y sin saberlo!) los estragos de semejante plaga.
Pero, bueno, no nos pongamos melodramáticos, porque en este problema, como en casi todos, el primer paso para resolverlo es identificarlo. Así pues, ¿en qué consisten el queísmo y el dequeísmo?
El DRAE define el sustantivo “queísmo” como la supresión, normalmente censurada, de la conjunción “de” en la secuencia “de que” cuando se introducen determinados complementos oracionales. Por ejemplo, si alguien dice “Estoy seguro que lo convencí” en vez de “Estoy seguro de que lo convencí”.
Por otro lado, llamamos “dequeísmo” al fenómeno contrario, es decir, al empleo de la preposición “de” delante de “que” cuando, en realidad, sintácticamente no se exige en absoluto. ¿Un ejemplo? “Creo de que deberías ser más cautelosa”, en lugar de “Creo que deberías ser más cautelosa”.
Dos fenómenos que muchos sufren en silencio (sobre todo, quienes no son queístas ni dequeístas), y por eso no está de más que ofrezcamos un par de truquitos para evitarlos:
1) Convertir la oración susceptible de duda en una frase interrogativa. Si esa interrogativa exige la preposición “de”, entonces nuestra frase dudosa también. Así, en el ejemplo queísta antes mencionado, nos habríamos evitado el error si hubiésemos compuesto la frase interrogativa “¿De qué estoy seguro?” (pues, evidentemente, es incorrecto que digamos “¿Qué estoy seguro?”).
2) Sustituir la oración subordinada sustantiva por un pronombre demostrativo (“esto”, “eso”…). Si volvemos al ejemplo superior dequeísta, podemos sustituir “que deberías ser más cautelosa” por el pronombre “eso”. Una vez hecha esta operación, ¿qué sería lo gramaticalmente correcto? ¿”Creo de eso” o “Creo eso”? Evidentemente, la segunda; y, por tanto, esto nos está marcando que ni se nos ocurra incluir esa preposición “de”, que no pinta nada ahí.
Así que ya sabes: ante la duda, ¡no se te ocurra echarlo a cara o cruz! Mejor aplica uno de estos trucos (o ambos, por qué no). Mano de santo…