Traducir consiste en leer un texto redactado en una lengua de origen y, una vez captadas todas las implicaciones de su significado y del modo en que este se transmite, trasladarlo a una lengua de destino conservando en la medida de lo posible todas esas implicaciones. Pero aún podríamos ir más allá y añadir una verdad que, no por obvia, resulta menos cierta: una buena traducción es aquella que no lo parece en absoluto, sino que casi podría pasar por escrita originalmente en la lengua de destino.
Por supuesto, antes de realizar debidamente este proceso de traslación, conviene conocer en profundidad las distintas técnicas de traducción disponibles para saber usarlas (otro apunte tan obvio como importante: dentro de un mismo texto, lo habitual es usar no una sola técnica, sino múltiples, según lo requiera cada caso).
En este primer artículo sobre el tema, empezaremos comentando tres de esas técnicas. Pero estad atentos, porque en breve habrá más.
1. TRADUCCIÓN LITERAL O PALABRA POR PALABRA. Se aplica cuando, entre los idiomas de origen y de destino, se da previamente una correspondencia estructural y semántica donde se impone la equivalencia perfecta entre palabras. Obviamente, se utiliza de forma más bien ocasional, pues escasas palabras presentan una única traducción en un único idioma: «life» por «vida», «tomato» por «tomate»…
2. PRÉSTAMO SEMÁNTICO. Consiste en reproducir tal cual, sin traducir previamente, una expresión del texto original. Por lo general, se trata de expresiones ya bien instauradas en el acervo cultural del idioma de origen o en la jerga compartida: parking, pizza, King’s College… Lo usual es que los préstamos que no designen instituciones ni nombre propios figuren en cursiva en las traducciones (por lo menos, la primera vez que se emplean, en caso de que se repitan mucho a lo largo del texto).
3. CALCO. Viene a ser una especie de préstamo que toma como punto de partida el sintagma del idioma de origen para traducir de manera literal sus componentes, y así evitar caer en extranjerismos o préstamos semánticos. Ejemplos hay muchos: «fin de semana» por «weekend», «jardín de infancia» por «kindergarten», «asesino serial» por «serial killer»…
Eso sí, cabe distinguir entre préstamos semánticos, extranjerismos adaptados y calcos, y en un mismo contenido cabe la posibilidad de que se den los tres. Si la palabra «football» se conserva tal cual, se trataría de un extranjerismo puro, que además deberíamos resaltar en cursiva. En cambio, si la adaptamos como “fútbol” (de hecho, así figura en el DRAE), estaríamos hablando de un préstamo. Por último, el calco de este término, la traducción literal al español, no es sino la palabra «balompié» (también recogida en el DRAE).

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