Estamos convencidos de que alguna vez te ha tenido que ocurrir. Ahí estabas tan ricamente un verano como cualquier otro, en una zona atestada de guiris y restaurantes, tomándote unas cañitas, y de pronto se te ocurre el planazo: “¿Y si comemos aquí mismo?”. Dicho y hecho. Pedís la carta, que resulta ser una de esas bilingües, os ponéis a revisar lo que se os ofrece… y casi se te sale la cerveza por la nariz en plan aspersor cuando, bajo un delicioso revuelto de salmón, te topas con un esplendoroso in a mess of salmon. Ay, querido, tú sí que has hecho una mess de traducción…
Porque una cosa hay que aclarar antes que nada: quizá la gastronomía no sea precisamente neurocirugía, pero oye, su importancia tiene. Y si puede resultar un desastre hacer una mala traducción de una simple carta, ¿qué decir de una receta entera? Porque, insistimos, tal vez no estés traduciendo un manual de intervenciones quirúrgicas a vida o muerte, pero poner las palabras que no tocan en una receta de cocina puede ser también bastante catastrófico a su manera.
Para empezar, debes familiarizarte bien con el vocabulario específico, por supuesto, y no dejarte llevar por el brillo de esa baratija que son los falsos amigos. Si una ensalada italiana lleva dos cucharadas de “olio” y tres y media de “aceto”, no se te ocurra decir que, total, pongo cinco y media de “aceite”, que viene a ser eso (porque no, hijo, no viene a ser eso). Por otro lado, si bien los ingleses usan de manera indistinta la palabra “slice” para referirse a las porciones extraídas tanto de un pan de molde como de una sandía, en español eso de cortar “una rebanada de sandía” y una “rodaja de pan” queda bastante… ¿raro? ¿Inexacto?
Pero no solo nos referimos al vocabulario de ingredientes y platos, sino también a las técnicas culinarias. No en vano, si una sepia es “a la plancha”, eso no significa en otro idioma que en cuanto acabes de quitarle las arrugas a la camisa de mañana te pongas a quitárselas al pobre molusco que te espera en la cocina.
Otro punto donde se suele meter bastante la pezuña (valga el juego de palabras) son los verbos, sobre todo cuando pueden presentar todo tipo de matices. No es exactamente lo mismo “cortar” que “trocear”, al igual que tampoco lo es “batir” que “licuar”. Y un mismo “cortar” no basta en según qué idiomas (que se lo digan a los ingleses, que distinguen entre “chop”, “chunk”, “slice” y “dice”, cuatro verbos distintos para cuatro cortes distintos que nosotros solemos resolver con un simple verbo).
Así que ya sabes: puede que la traducción no sea una ciencia exacta… pero la cocina, según cómo y cuándo, ya lo creemos que lo es.

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