Quizá deberíamos haber incluido unos signos de interrogación al título de esta entrada, máxime cuando la técnica del traductor literario encierra casi más dudas que certezas (o, dicho de otro modo, y aplicando el refranero español, “cada maestrillo tiene su librillo”). Pues si la traducción en general no supone una ciencia exacta, aún lo supone menos la literaria, donde no solo se traslada de un idioma a otro una información específica, sino algo mucho más complejo: toda una experiencia estética y artística que puede jugar con lo metafórico, los sobreentendidos, los juegos de palabras, lo poético, lo humorístico y, en resumidas cuentas, la subjetividad.
Entonces, ¿hay unas directrices específicas que pueden convertirte en un buen traductor literario? Digamos que hay unas prácticas generales que pueden ayudarte mucho en tu andadura.
1. Un buen traductor es un buen lector. Debes ser un lector voraz, o por lo menos alguien muy aficionado a la lectura, pues es lo que te permitirá detectar y asimilar estilos. Y, por supuesto, conviene que leas obras originales tanto en el idioma de origen como en el de destino. Pero mucho ojo con el segundo aspecto: no basta con que leas obras traducidas al español, sino mejor escritas directamente en él (de lo contrario, puedes absorber incómodos vicios, como anglicismos y estructuras que tienen que ver más con el idioma de origen).
2. Un buen traductor es un buen escritor. En cierto modo, traducir una obra literaria implica “escribir” una obra literaria. Dado que la mayoría de quienes se dedican a esta labor trabajan hacia su lengua materna, no está de más que potencies tu escritura siempre que puedas, mediante la creación desde microrrelatos hasta cuentos, poemas o, por qué no, alguna novela.
3. Estudia lo que traduces. Esto abarca no solo al propio autor (vida, producción literaria, circunstancias personales…), sino, por supuesto, la obra en sí (no nos parece una gran idea que te pongas a traducir un relato “a pelo” sin antes haberte formado una visión global de este).
4. Respeta el idioma de origen… pero también el del destino. Un error común en los traductores principiantes es guardar la máxima fidelidad y respeto al idioma de origen, aun a costa de perdérselos por completo al idioma de destino. Recuerda que una buena traducción es aquella que ni siquiera lo parece, sino que crea en el lector la ilusión de que el texto se escribió desde siempre en el idioma de destino.
5. Intenta formarte. Hoy se ofrecen múltiples cursos de traducción literaria y de escritura creativa, pero también hay manuales específicos, conferencias, blogs, tutoriales… Ahí afuera hay todo un mundo de conocimientos esperándote. No olvides que el mejor modo de traducir una hipérbole o un retruécano es identificándolos, y el único modo de identificarlos es conocerlos de antemano.

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