En general, llamamos “competencia cultural” a la capacidad de interactuar de forma efectiva con personas pertenecientes a culturas distintas a la propia, tras haber interiorizado y aprendido a aplicar de manera activa esos valores, creencias, normas, costumbres e incluso tradiciones que en realidad nos son ajenos.
Ahora bien, ¿cómo se aplica esta retahíla de cosas al marco de la traducción? En realidad, y para resumir, en este caso implicaría la capacidad de comprender dentro de su contexto sociocultural el mensaje de la lengua de origen y ser capaces de comunicarlo en el de la lengua de destino con precisión y efectividad. Siempre se ha dicho que un buen traductor debe saber del mundo, pero lo que la competencia cultural nos indica es que, además, un buen traductor debe saber de “ese” mundo. O de “esos” mundos, pues en realidad le exige estar familiarizado con la cultura y las costumbres tanto del país de origen como del país de destino.
Por supuesto, esta capacidad de comprensión, interpretación y traslación no solo se encuentra muy vinculada al conocimiento adquirido, sino que puede estarlo incluso a las vivencias acumuladas en dicho entorno sociocultural. Conocimiento y vivencias que, obviamente, se dan de forma mucho más inconsciente y “natural” en la competencia cultural de la sociedad a la que pertenecemos que en la de aquella que nos es ajena, que implica un esfuerzo adicional en todos los sentidos.
Pero ¿por qué se considera tan crucial la competencia cultural a la hora de traducir? Daremos tres razones principales:
(1) TE AYUDA A ENTENDER EL MENSAJE EN SU CONTEXTO CULTURAL Y ASÍ EVITAR MALENTENDIDOS CULTURALES: Ten en cuenta que no comprender el marco sociocultural de un texto puede saldarse con errores, imprecisiones y confusiones a la hora de traducirlo. Así pues, adquirir competencia cultural te ayuda a interpretar de forma más precisa y acertada no solo ciertos términos y expresiones, sino la totalidad del texto.
(2) TE AYUDA A ADAPTAR EL MENSAJE A LA CULTURA DE DESTINO: Ya lo hemos sugerido antes, pero lo repetimos de forma más específica: la competencia cultural es una calle de doble dirección. Esto implica que, además de la competencia sobre la cultura ajena, está la competencia sobre la cultura propia (si bien esta última “nos viene dada”, como quien dice). Gracias a la competencia cultural, podremos adaptar el mensaje a la cultura de destino, lo cual incluye, entre otras cosas, ajustar la terminología y el estilo de escritura para que se adecúen debidamente al público de dicha lengua.
(3) TE PERMITE CIERTA ECONOMÍA DE TIEMPO Y RECURSOS: Cuando has logrado interiorizar conceptos pertenecientes a la cultura y el idioma de la lengua de origen, eso te sirve de gran ayuda a la hora de automatizar ciertos mecanismos de traducción de dichos conceptos para aplicarlos más adelante.
Por último, ¿cómo podemos mejorar esta competencia? Ante todo, con mucho tesón y paciencia, que es lo que necesitamos si queremos ampliar estos conocimientos culturales leyendo mucho sobre dicha cultura “ajena” o quizá zambulléndonos directamente en ella (por ejemplo, viviendo en ese país). Por otro lado, tampoco nos hará ningún daño investigar sobre el tema de la traducción que vamos a tener entre manos, ya sea investigando por nuestra cuenta o entrevistándonos con personas que pueden ayudarnos.
Así pues, a la hora de trasladar un texto a otro idioma, tenemos la ocasión de llevar a cabo esta tarea (no pocas veces compleja) de explorar y comprender mejor la diversidad lingüística y cultural de la que formamos parte. Algo que no solo enriquece la traducción propiamente dicha, sino que también nos enriquece a nosotros mismos.