Uno de los aspectos que más quebraderos de cabeza provoca a los escritores de ficción son los cierres de sus novelas o relatos. En el fondo, porque ellos mismos han sido lectores antes que escritores, así que saben de muy buena tinta (valga el juego de palabras) lo frustrante que puede resultar un mal final en lo que hasta entonces habían estado considerando una buena novela.
Al propio Stephen King, tan leído y admirado, lo ha perseguido esta larga sombra casi toda su vida. Quizá te sorprenda, pero muchos de sus lectores más incondicionales le suelen reprochar cierta tendencia a no saber cerrar sus novelas.
Dicho esto, tal vez pienses: “Madre mía… Si el propio Stephen King no sabe cerrar sus novelas, ¿a qué puedo aspirar yo, pobre de mí?”. Bueno, antes de nada, aclaremos que esto de los buenos y los malos finales es algo bastante subjetivo. De todos modos, si bien no tenemos una fórmula mágica para obtener el final perfecto, sí podemos ofrecerte algunos consejos que quizá te ayuden a alejarte lo máximo posible de una birria monumental.
SÉ CONSECUENTE: ¿Consecuente con qué? Pues con todo: con el tono de la novela, con los personajes, con la propia historia… Con el pacto de ficción que tengas pensado crear con tus lectores. Nada hay más molesto que un final sacado de la manga, uno que no “pega” con el resto de la historia. Si estás escribiendo una novela negra donde no hay ni un solo elemento fantástico en ninguna de sus páginas, no te saques de la chistera en el tercio final una invasión extraterrestre o un fantasma vengativo, porque seguramente no vaya a colar. En cambio, si en una obra de corte costumbrista tienes un personaje principal muy pasivo e introvertido que lo sufre todo en silencio, que no hace más que soportar sin decir ni mu los envites de los demás, quizá no sea tan inconsecuente que en el desenlace estalle y convierta las últimas páginas en un verdadero baño de sangre. De hecho, más de un lector se habrá pasado media novela pensando: “Me hacen eso a mí, y ruedan cabezas” (de modo que, cuando de verdad rueden, no le parecerá tan sacado de la manga).
OFRECE CATARSIS: La catarsis se encuentra bastante relacionada con lo anterior. Pero ¿a qué nos referimos con catarsis? Muy sencillo: a esa gran (o pequeña) explosión emocional o incluso reflexiva que debería provocar un buen desenlace. En una novela romántica, puede ser el momento de mayor emotividad, como el gran reencuentro de los amantes o incluso la muerte de uno de ellos (o de los dos, como en “Romeo y Julieta”). En una novela de misterio, el momento de catarsis se producirá, cómo no, cuando se desentrañe el gran enigma que ha recorrido sus páginas. En un drama, puede ser ese instante en el que la protagonista consigue por fin hacer las paces consigo misma y liberarse de sus ataduras. Eso sí, mucho ojo con prolongar demasiado la novela más allá de esa catarsis, pues corres el riesgo de diluir su efecto. Quizá puedas añadir unas páginas más, un breve epílogo, pero dudamos que sea una gran idea estirar el chicle con dos o tres capítulos más.
SÉ SORPRENDENTE: Una de las cosas que más acabamos recordando de una historia es un buen final sorpresa. Y subrayamos ese “buen”. Por lo general, a la gente le parece muy memorable el final sorpresa de una película como “El sexto sentido”; pero, aunque haya quien le pueda hacer algún que otro reproche al guion, no lo encontrará fácil para tachar de tramposo ese final. Durante toda la película, M. Night Shyamalan ha ido dejando pistas y elementos que pueden interpretarse de al menos dos formas y que han ido anticipando ese desenlace. De modo que, en un segundo visionado, puedes jugar a reinterpretar dichas pistas y elementos del modo correcto, ahora que ya sabes cómo acaba la película en realidad… y, desde luego, verás que Shyamalan no ha estado tomándote el pelo; que, por muy sorpresa que fuera el final, no se lo ha sacado de la manga, no ha traicionado sus propias reglas ni el contrato de ficción que había establecido contigo. Volviendo a los ejemplos de antes, lo más probable es que una invasión de ovnis sea un mal final sorpresa para una novela negra, pues ningún elemento podría haber anticipado semejante desenlace. En cambio, una matanza colectiva puede ser un buen final sorpresa en una novela de apariencia reposada y costumbrista, si hemos dejado elementos que puedan justificarlo y hemos logrado que el lector se identifique tanto con el protagonista que incluso encuentre razonable ese desenlace.
APRENDE A CERRAR: Algunos lectores encuentran particularmente irritantes los finales abiertos. Si hay un misterio que los ha tenido comiéndose las uñas de la primera a la última página de una novela, es lógico que quieran llegar al final y ver cómo se resuelve. Si se abren tramas interesantes, lo justo y razonable es concluir las máximas posibles. Puede resultar de lo más frustrante un desenlace donde descubres, con estupefacción, que el autor no te da lo prometido, no resuelve los interrogantes que él mismo ha abierto y te deja con la miel en los labios. Y da igual que hayas concebido tu obra como parte de una trilogía: intenta no dejar demasiadas tramas e interrogantes abiertos, pues el lector podría pensar que le has estado tomando el pelo (y, desde luego, tras una decepción así, no todo el mundo tiene el interés, la paciencia y la benevolencia para esperar hasta la siguiente “entrega” de la historia).
NO HAGAS CASO A NINGUNO DE LOS CONSEJOS ANTERIORES: Sí, suena un poco a “boutade”, pero lo decimos totalmente en serio. A veces, un buen final es aquel que no ofrece nada de lo que parecía haber prometido, que rompe moldes narrativos, que incluso rompe en cierto modo el contrato de ficción. Imaginemos una novela detectivesca donde se busca al autor de un crimen y, para cuando se llega al final, sigue sin saberse quién lo había cometido y dejamos el interrogante abierto. ¿Puede ser eso un buen final? Sin duda alguna. Eso sí, siempre y cuando le ofrezcas al lector algo igual de bueno o mejor que lo que él esperaba. Si haces lo bastante interesante a la detective protagonista, si creas para ella un drama personal bien potente que esté en cierto modo relacionado con los crímenes que investiga, quizá la catarsis final esté más en cómo se resuelve ese drama personal que en aclarar fuera de toda duda quién fue el autor de los crímenes. Y quizá, por no dejar a los lectores tan con dos palmos de narices, podrías redondearlo apuntando a posibles autores pero sin afinar del todo. Por ejemplo, podrías sugerir que se trata de alguien de las altas esferas, pero sin especificar quién, y de este modo haces un interesante apunte social sobre la impunidad de determinadas clases sociales (apunte que, a su vez, justifica en cierto modo que el crimen permanezca sin resolución). ¿Ya ves por dónde vamos? Por otro lado, si tu novela es una sátira y le aportas la suficiente amargura, quizá el paso de la comedia ácida al drama rotundo en las últimas páginas no parezca tan abrupto. De hecho, si lo haces con la suficiente habilidad, es bastante probable que el lector lo acepte de muy buen agrado.
Sea como sea, desde luego no somos nosotros quienes debamos decirte cuál es el final perfecto para tus obras. Ya lo hemos comentado al principio: no hay fórmula mágica. Déjate guiar por tu intuición, escucha a tus personajes, observa la lógica interna de la historia… A menudo, es ahí, y no en ninguna lista ni decálogo, donde hallarás la solución que buscabas.

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