Vivimos una época complicada para la lectura. Y eso (¡qué paradoja!) cuando los niveles de analfabetismo son los más bajos en la historia de muchos países. Pero el problema está más bien en una conjunción de factores que poco tienen que ver con la alfabetización: básicamente, la vorágine de la vida moderna. Una vorágine que, entre trabajo y cuidados y responsabilidades varias, nos deja con muy poco tiempo (y quizá menos ganas) de sentarnos a leer un libro.
Porque digámoslo de una vez: la lectura puede resultar una actividad muy placentera, pero también exige bastante concentración e incluso paciencia. Y si de algo carece mucha gente hoy en día no solo es de tiempo, sino sobre todo de dos cualidades tan reposadas como la paciencia y la concentración.
Sea como sea, si echas de menos la lectura y quieres recuperarla (o desarrollarla), aquí te damos unos prácticos consejos:
ENCUENTRA UN LIBRO O UN TEMA (O UN AUTOR O AUTORA) QUE TE INTERESE. Por supuesto, no tiene ningún sentido que te “fuerces” a leer, pues no lo vas a disfrutar. Por muy bien que hayas oído hablar de “Cien años de soledad” o “El Quijote”, quizá sean apuestas demasiado elevadas si no te atrae la temática o la prosa. Piensa en qué tipo de historias te atraen, aunque sea desde el punto de vista audiovisual. ¿Te gustan las películas de ciencia ficción? Pues podrías darle una oportunidad a alguna novela de ese género cuyo argumento te parezca atractivo. ¿Te encantan las docuseries sobre crímenes reales? El mercado está repleto de libros sobre el tema (algunos tan míticos como “A sangre fría”, de Truman Capote). ¿Te apasiona un artista en concreto? Infórmate sobre si hay alguna biografía suya o incluso un libro de entrevistas con él o ella. La cuestión es que no te dé la sensación de que te estás obligando a leer, sino que de verdad te apetezca.
NO HAY LIBROS “INDIGNOS”. Y este segundo consejo va un poco vinculado con el anterior. Tras una larga jornada de trabajo, a lo mejor lo último que te apetece es sentarte a leer “Cinco horas con Mario”, “Anna Karenina” o “La señora Dalloway”, por muy clásicos de la literatura que sean. Quizá en esos momentos solo tengas el cuerpo para una lectura más ligera, incluso frívola. Si es así, no te tortures por ello, porque es absurdo torturarse por estar leyendo algo “indigno”. La cuestión es disfrutarlo…, y nadie tiene por qué enterarse.
EL MUNDO NO ACABA EN LAS NOVELAS. Lo que queremos decir con esto es que hay toda una oferta de la que elegir, y eso no tiene por qué desembocar en la novela “best-seller” de turno. Hay antologías de relatos cortos, biografías, memorias, manuales de autoayuda, ensayos (no todos tienen por qué ser sesudísimos, los hay que entran de maravilla, y más si el tema te atrae) o incluso cómics. Sí, sí, cómics, que además los hay absolutamente magistrales y nada infantiles.
ENCUENTRA TU MOMENTO, TU LUGAR Y TU LIBRO PARA AMBOS. Saber combinar estos tres elementos nos parece fundamental. No solo tienes que encontrar tu ratito y tu sitio para dedicarle un rato a leer, sino también la lectura específica que mejor combine con ambos. Si solo puedes leer en el metro de camino al trabajo, quizá no te convenza demasiado hacer allí el intento de zambullirte en una historia de terror gótico (desde luego, el trajín de pasajeros, las luces blancas y el altavoz anunciando las paradas no son muy góticos, que digamos); en cambio, puede que sí te atraiga más leer ese tipo de libro por la noche en tu casa y junto a una lamparita que cree más ambiente.
NO TE MARQUES TIEMPOS NI OBLIGACIONES. Sería ideal que todos los días pudieras dedicar un rato a la lectura, pues solo así se va generando un verdadero hábito. Pero tampoco hace falta que generes un hábito, la cuestión es que adquieras cierta costumbre de leer. ¿Que entre semana solo tienes el cuerpo para leer diez o quince minutos, porque estás que no puedes con tu alma? Pues estupendo. ¿Que algún día ni siquiera eso? No pasa nada, veamos al siguiente. Y, si no, el fin de semana, que seguro que de un sitio u otro podrás rascar un ratito un poco más largo para zambullirte en las páginas.
ALÉJATE DEL MÓVIL. Y quien dice móvil, dice tableta o incluso ordenador. Los dispositivos móviles son una auténtica metralla de estímulos y, cuando menos te lo esperas, ya has caído en un bucle de “reels” de TikTok, historias de Instagram y vídeos de YouTube. Si vas a sentarte a leer, pon el móvil en modo silencio y bien lejos de donde estés, pues solo así podrás superar la tentación de detener la lectura para responder a ese mensaje entrante de WhatsApp que a su vez te lleva a Twitter, que a su vez te arrastra a una espiral de todo menos lectura reposada. Ya lo dijimos al principio: leer exige paciencia y concentración.
NO TEMAS DEJARTE UNA LECTURA A MEDIAS. Consejo quizá polémico para algunos, pero que defenderemos a capa y espada. Si te dejas series a medias, ¿por qué iba a ser distinto con un libro? Que sí, que nunca está de más darle una oportunidad a todo, pero a veces tampoco viene mal hacerle caso a nuestro instinto. Si la lectura no te está atrapando, puede deberse a que estás demasiado cansado ese día… o a que esa lectura no es para ti por cualquier motivo, sin más. Prueba a echar el freno y retomar el libro en otro momento más propicio. Pero si ves que no, que ya llevas bastantes páginas e incluso entonces aquello no remonta y te estás aburriendo, tal vez sea el momento de dejar ese libro y buscar otro. Repetimos: la lectura debería ser un disfrute, no una agonía.
APÚNTATE A UN CLUB DE LECTURA. A mucha gente le encanta ver series o programas de televisión porque se trata de actividades que puede hacer en compañía. La lectura, en cambio, es una actividad fundamentalmente solitaria (a no ser que estés leyéndole un cuento a tu hija antes de dormir, por ejemplo). Por eso, si eres de los que “temen a la soledad” de ciertas actividades, quizá podrías plantearte ingresar en un club de lectura. Vale que el hecho de leer seguirías haciéndolo a solas, pero luego están las charlas en grupo para debatir sobre el libro, que pueden ser de lo más entretenidas y enriquecedoras.