El debate sobre la utilidad o inutilidad de los booktráilers arrastra una historia casi tan longeva (y, posiblemente, tan poco concluyente) como la eterna discusión sobre si la tortilla de patatas debe o no debe llevar cebolla.
Bueno, tal vez hayamos exagerando un poco…, pero solo un poco. Porque estaremos de acuerdo en que tiene todo el sentido del mundo hacer un tráiler de un producto tan visual como una película o una serie televisiva, pero ¿de un libro también? Un libro se lee, no se mira. Parece más que razonable toda duda sobre la funcionalidad, e incluso sobre la eficacia, de un booktráiler.
Sin embargo, hay una variable de enorme importancia que se escabulle en este razonamiento: vivimos tiempos tremendamente visuales, donde el vídeo sigue ocupando una posición imperante como herramienta de marketing. Algunas estadísticas demuestran que el vídeo aumenta el alcance orgánico del contenido en redes sociales en más del 100 % (comparado con fotografías y texto), se posiciona en la parte superior de la primera página de búsquedas de Google y genera de forma instantánea una conexión emocional con esa audiencia a la que va dirigido.
Visto así, parece un tanto menos descabellado que, en los tiempos que corren, un booktráiler puede resultar un espléndido aliado como herramienta de marketing. Ahora bien, ¿cuáles son los elementos indispensables para hacer el booktráiler perfecto, ese que sepa vender el libro y, sobre todo, despierte curiosidad por leerlo? Mucho nos tememos que no existe la fórmula milagrosa, el hechizo mágico ideal, la suma de factores que dé el producto infalible.
Si acaso, podríamos sacar a colación tres características que sí convendría que reuniese un buen booktráiler: creatividad (cuanta más, mejor), relevancia y, a ser posible, cierta originalidad, un algo que lo distinga de otros tantos booktráilers que pululan por la red.
También puede sernos de ayuda que tengamos en cuenta elementos quizá algo más obvios, pero no por ello menos importantes, como un texto correctamente redactado (nada de faltas ortográficas), excelentes imagen y sonido, una duración equilibrada (¿quién quiere ver un pesado booktráiler de diez minutos?) y una hábil capacidad para transmitir la esencia del libro, desde el tono hasta el género, mostrando lo necesario pero sin excederse ni extralimitarse, de modo que se deje a la audiencia con intriga y ganas de saber (es decir, de leer) más.
Evidentemente, un producto tan delicado no puede dejarse en manos de cualquiera. Por eso, aunque sintamos la tentación de escribirlo, producirlo, rodarlo y montarlo nosotros mismos, a menudo la mejor opción será recurrir a un equipo profesional. Gente con la experiencia, visión y profesionalidad necesarias como para tocar nuestro libro con la varita mágica que merece.