De él se ha dicho que es nuestro director de cine más internacional (y, sin duda, lo es, junto con Luis Buñuel y Carlos Saura). Un hombre de éxito incuestionable, ganador de nada menos que dos premios Óscars, dos Globos de Oro y nueve premios Goya, entre otros reconocimientos. Nos referimos a Pedro Almodóvar, naturalmente, uno de nuestros personajes más célebres (y más celebrados, quizá tanto como odiados).
Sin embargo, aunque todo el mundo está más o menos familiarizado con sus películas, quizá su etapa literaria sea un tanto más desconocida para el gran público. De hecho, hay que remontarse a la década de los ochenta para verlo debutar como escritor literario con “Fuego en las entrañas” (Ediciones La Cúpula), faceta que diez años después retomaría con “Patty Diphusa y otros textos” (Anagrama).
Ahora, más de treinta años después de su última publicación, se ha editado un nuevo título con su firma: “El último sueño” (Reservoir Books, Penguin Random House). Se trata, con toda probabilidad, del libro más personal de Almodóvar hasta la fecha, una suerte de autorretrato articulado en doce relatos de tono generalmente intimista que abarcan diversas épocas de su vida literaria (desde finales de la década de los sesenta hasta la actualidad). Así, a lo largo de unas doscientas páginas y con títulos tan sugerentes como “La ceremonia del espejo”, “Demasiados cambios de género” o “Memoria de un día vacío”, el artista de raíces manchegas va reflejando algunas de sus obsesiones favoritas: desde los oscuros años escolares hasta el sorprendente poder del azar, el modo en que la ficción influye en la vida, el lado negativo de la fama o la experimentación con los géneros narrativos.
“Que Almodóvar era un gran escritor ya lo sabía, solo hacía falta descubrir desde cuándo”, lo alaba nada menos que el escritor Ray Loriga en la contraportada del libro. Y lo remata afirmando: “Al leer estos relatos uno no sabe si ha sido invitado a su cabeza o a su alma. En cualquier caso, es un regalo. Y una dulce intromisión”. A lo que cabría añadir que “El último sueño” también es, qué duda cabe, una invitación de lo más tentadora.