Seguro que te ha ocurrido a menudo: estás escribiendo un mensaje de WhatsApp a un amigo, redactas una frase que sospechas podría no tomarse bien del todo y, justo antes de enviarla, añades al final un emoticono guiñando el ojo. No en vano, el problema de los textos escritos (y más si no son de carácter informal) es que, al no poder ver de primer mano la gestualidad de nuestros interlocutores, corren el riesgo de quedar abiertos a cierta ambigüedad y a malentendidos. Eso explica que los emoticonos y emojis se hayan convertido en un componente más de nuestros actos comunicativos escritos, pues aportan cercanía y amabilidad, pero también claridad.
Ahora bien, ¿qué hay del ámbito profesional? ¿Resulta adecuado que usemos emoticonos y emojis en el trabajo? Quizá habrá quien defienda rotundamente que no, que es poco profesional. Y no le faltaría razón, desde luego… pero tampoco le sobraría. Porque en esto, como en todo, siempre hay matices.
Es cierto que un correo electrónico profesional no se escribe en el mismo contexto ni bajo las mismas características que uno de tono más familiar o amistoso. No suele (o no conviene) redactarse de forma impulsiva y sin demasiadas meditaciones de por medio. En líneas generales, le dedicamos un tiempo y un esfuerzo. Y, por tanto, tendemos a escoger las palabras con cierto esmero para que resulten precisas y no den pie a muchas confusiones. O, al menos, eso sería lo deseable. Porque no olvidemos que en nuestra jornada laboral a veces vamos con el tiempo encima, escribimos rápido y enviamos aún más rápido. Y luego llegan las consecuencias, claro.
Por tanto, ¿se deben o no se deben usar emoticonos y emojis en nuestros textos profesionales? No vamos a decir nosotros si se debe, pero sí diremos que se puede. Eso sí, hay que tener en cuenta tres variables fundamentales:
- ¿En qué punto se encuentra la relación profesional? Porque, evidentemente, quedaría raro (e infantil) que empecemos a usar caritas en las primeras comunicaciones por correo electrónico. Hay que esperar a que haya más confianza con nuestro interlocutor. Y si jamás llega a haberla, no pasa nada, sabemos que los correos a esa persona van a requerir más precisión escrita porque no podemos recurrir a la muleta de los emoticonos y emojis.
- Una vez alcanzada esa confianza del punto 1, tampoco lo bombardeemos a caritas. Dosifica el uso de emojis y emoticonos, resérvalos para clarificar determinadas frases muy específicas que podrían dar pie a confusiones, como podrían ser determinados tonos irónicos. Y no te pongas a usar todo tipo de emojis, por favor, trata de centrarte en los básicos (sonrisa, guiño, tristeza, corazón y no mucho más).
- No uses emojis y emoticonos en cualquier medio escrito. A priori, en un medio digital son adecuados, pues para eso se inventaron, ¿no? Pero desconcertaría bastante verlos en un medio más tradicional, como puede ser una carta impresa en papel.