Seguro que alguna vez has visto memes que se ríen a costa de la fuente tipográfica Comic Sans MS, tachándola básicamente de poco seria e incluso de infantil. Algo que podría tomarse como un simple chiste privado entre profesionales de la maquetación, pero no te creas: incluso entre meros aficionados, parece haber cierto consenso en torno a los horrores primigenios que invoca el uso de esta fuente.
¿A qué viene tan enrevesada introducción? Muy sencillo: cuando hablamos de fuentes y maquetación de textos, no podemos jugarlo todo a la baza de nuestro gusto personal, pues corremos el riesgo de acabar elaborando una tarjeta de visita en Comic Sans por la razón más peregrina: porque nos parece muy “cuqui”.
Cada proyecto tiene a su disposición unas fuentes que se le ajustan y, si bien esta entrada no pretende convertirse en una especie de biblia en ese sentido, sí queremos darte algunas pautas de utilidad:
1. CONOCE LAS FUENTES. Existen dos grandes familias tipográficas: las Serif (que llevan gracias o remates) y las Sans Serif (que no los llevan). Las Serif se originan en la escritura latina y presentan un aire más formal, serio y clásico. Suelen ser las más usadas en impresiones generales en papel, incluidas revistas, periódicos, libros… ¿El motivo? Que sus gracias o remates logran acortar el espacio entre letras, lo que permite generar cierta continuidad y volver más fluida la lectura de largos textos impresos en papel.
Respecto a las Sans Serif, se trata de fuentes con un origen un tanto más reciente, pues surgieron en el siglo XIX, y aportan un toque más moderno, desenfadado y técnico que las anteriores. Su ausencia de remates las vuelve más finas y lineales, lo que se traduce en que resulten más sencillas de leer no solo en pantalla, sino también en pequeños formatos sobre papel impreso (desde notas a pie de página o imagen hasta tarjetas de visita).
2. ELIGE Y COMBINA CON LÓGICA. Sabiendo lo anterior, seguro que te resulta menos complicada la elección de la familia tipográfica que te conviene. Y, a partir de ahí, ya puedes comenzar a jugar no solo con las diversas fuentes (que pertenezcan a la misma familia siempre ayuda, claro, pues para ser combinadas se crearon), sino incluso con los diversos tamaños, a fin de establecer estructuras jerárquicas visuales dentro del texto: desde resaltar la evidente importancia de un epígrafe hasta otorgar un comedido protagonismo a las notas al pie… ¡sin por ello volverlas ilegibles, solo faltaría! Eso sí, te recomendamos que no mezcles en un mismo proyecto más de un par de fuentes distintas (tres, a lo sumo), si no quieres obtener un monstruo de Frankenstein estético que no haya por donde agarrarlo. Tampoco nos parece una gran idea que combines fuentes demasiado similares entre sí, pues por lo general, y aunque pueda sonarte contradictorio, cuanto más distintas sean, mejor funcionará el contraste entre ambas. Piénsalo: si la diferencia entre ellas se reduce, lo lógico es que también se reduzca su capacidad de crear jerarquías bien diferenciadas. De cajón.
3. Y POR ÚLTIMO… NO PIERDAS LA CABEZA. Créenos: hemos tratado de condensar los principales aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de escoger fuentes. Pero si todo te sigue pareciendo un quebradero de cabeza, no la pierdas, pues hay soluciones más cómodas y sencillas. Por ejemplo, el software y sitio web de herramientas de diseño gráfico simplificado Canva te ofrece “Font Combinations”, una utilísima herramienta que, partiendo de una fuente específica, te sugiere aquella pareja con la que mejor podría combinar. Más fácil, imposible.
¿Hemos dicho “imposible”? ¡Lo retiramos! A fin de cuentas, ¿esa Comic Sans MS tan “cuqui” combinará con algo…?