Una de las grandes comodidades que ha aportado Internet a la vida moderna es la posibilidad de acceder con un solo clic a una cantidad ingente de información. Diccionarios, glosarios, enciclopedias, bases de datos… Desde luego, se exagera lo justo al afirmar que Internet es una especie de biblioteca de Alejandría virtual.
Muchos son los gremios que se han visto beneficiados por esta revolución digital, pero uno de los que más destaca en este sentido es el de los traductores. Pues, si en otros tiempos no era extraño que trabajasen tras auténticas montañas de libros y documentos, hoy esa montaña se queda en apenas una colina. Todo lo demás, PC y conexión Wi-Fi. Sirva de ejemplo el propio Diccionario de la Real Academia, que antes venía en formato de aparatosos volúmenes físicos y ahora queda recogido en la web de la RAE, para que podamos consultarlo con toda comodidad.
Sin duda, uno de los recursos digitales más útiles para resolver dudas terminológicas y sintácticas (sobre todo, si no son excesivamente técnicas o especializadas) es el buscador de Google. Pero hay que saber usarlo. Y, para ello, resulta imprescindible afinar búsquedas eficaces. A veces, bastará con escribir los términos que nos interesan en el buscador y comprobar si arrojan los suficientes resultados como para que los consideremos o no dignos de tenerse en cuenta (a ello nos pueden ayudar páginas como Google Fight, muy útil cuando se manejan varias alternativas posibles, aunque no consideramos demasiado aconsejable jugárnoslo todo a esta carta).
Pero además nos conviene decidir si los resultados pertenecen a páginas “fiables”. Por supuesto, siempre priorizaremos los sitios oficiales antes que los blogs y los foros de opinión. Aunque, si de foros hablamos, no hay que olvidar que también tenemos foros y foros (algunos, como el de WordReference.com y el de ProZ.com, dedicado a traductores profesionales, pueden resultar bastante iluminadores). Y obsta subrayar que existen blogs tan fiables como la web oficial más fiable. Sea como sea, ahí entra en juego nuestra experiencia y nuestro ojo crítico a la hora de discriminar. No podemos dar por buena la primera solución que salga a nuestro paso, hay que saber cotejar.
En definitiva, realizar búsquedas en Google exige ante todo contrastar y filtrar con criterio. Pues, si bien se trata de un arma muy útil, su uso indebido puede convertirla de repente en un arma de doble filo. ¿De qué nos sirve fiarnos de una traducción del “temible” Google Translator si después no cotejamos que se usa oficialmente y de forma generalizada?

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