En este blog, a menudo hemos llamado «campos de minas» a esos textos plagados de errores más o menos subrepticios, pero que te pueden estallar en la cara si no vas con cuidado. Ojo, no es casualidad el apelativo que escogimos. A fin de cuentas, para quienes nos dedicamos a los servicios lingüísticos, el texto escrito es nuestro campo de batalla, ese en el que puedes morder el polvo…, pero también del que puedes salir victorioso.
Está bien, quizá nos ha quedado una introducción un tanto redicha, lo asumimos, pero nos venía de perlas para presentar la entrada de esta semana. Y estaremos de acuerdo en que es mejor escribir sobre guerras metafóricas que sobre otras más reales. Pero, como por desgracia las reales también existen (y demasiado, como hemos estado viendo en los últimos años), aquí te dejamos algunos consejos de redacción para que, si has de escribir al respecto, lo hagas bien.
MINÚSCULAS Y MAYÚSCULAS: Según indica la norma, la denominación de los conflictos bélicos se escribe con inicial minúscula y la parte específica con mayúscula. Por ejemplo, «guerra de Ucrania-Rusia» o «guerra de los Cien Años». Y, como quizá has sospechado, esto se les aplica también a las batallas (como en «batalla de Lepanto»).
EXCEPCIONES A LAS MINÚSCULAS Y LAS MAYÚSCULAS: En cambio, si el nombre de la contienda se usa como expresión puramente descriptiva (y no a modo de equivalente de un nombre propio, como hemos visto en el párrafo anterior), no hay por qué utilizar mayúscula en ninguno de sus componentes, por lo que se recomienda escribirlo todo en minúscula. Así, diríamos «guerra civil española» (que no «Guerra Civil Española»).
LAS GRANDES GUERRAS: Y seguimos a vueltas con las mayúsculas, porque los dos grandes conflictos mundiales que tuvieron lugar en el siglo XX se consideran como nombres propios, de modo que diremos «Primera Guerra Mundial» y «Segunda Guerra Mundial» (con todas las iniciales en mayúscula, sí, incluida «Guerra»). Ahora bien, si mencionas ambas de forma conjunta, y teniendo en cuenta que los apelativos son más largos que un día sin pan, se recomienda «Primera y Segunda Guerra Mundial» (con todo en singular) o, de forma quizá menos frecuente, «Primera y Segunda Guerras Mundiales» (dejando en singular tan solo los adjetivos numerales). En cualquier caso, el uso de las iniciales se mantiene como hemos visto al inicio de este punto.
EXCEPCIÓN A LA EXCEPCIÓN DE LA EXCEPCIÓN: Que noooo, que estamos bromeando… No es tan complicado, en serio, que no llegue la sangre al río. Pero la cuestión es que también podemos usar mayúsculas en los dos elementos del nombre de denominaciones que, por antonomasia, se supone que se refieren a un conflicto muy específico. ¿Te va a explotar la cabeza? Relax, que de verdad que no es tan difícil. Veámoslo mejor con ejemplos: «la Gran Guerra» (para aludir a la Primera Guerra Mundial) o «la Guerra Civil» (con la que solemos aludir a la que se vivió en España de 1936 a 1939).
TÁPATE, QUE HACE FRÍO: Y, ya que hablamos de guerras, ¿qué ocurre con la expresión «guerra fría»? ¿Le ponemos mayúsculas o minúsculas? Pues depende del uso. Si hablamos del período histórico específico que tuvo lugar entre el término de la Segunda Guerra Mundial y la disolución de la Unión Soviética, escribiremos «Guerra Fría» con iniciales mayúsculas. No obstante, lo escribiremos con iniciales minúsculas («guerra fría») si nos referimos más bien a la acepción genérica que el DRAE describe como una «situación de hostilidad entre dos naciones o grupos de naciones, en la que, sin llegar al empleo declarado de las armas, cada bando intenta minar el régimen político o la fuerza del adversario por medio de propaganda, de la presión económica, del espionaje, de organizaciones secretas, etc.».
Y UNA ÚLTIMA RONDA ORTOGRÁFICA: Por supuesto, obsta aclarar que, cuando escribimos sobre un tema tan delicado como las guerras y los conflictos bélicos, hay que ir con bastante cuidado a la hora de transcribir ciertos sustantivos, ya sean comunes o (aún más, si cabe) propios. Es decir, nombres de países, de ciudades, de dirigentes, de militares, de monumentos, de localizaciones, de regiones, de organizaciones… o, por supuesto, también gentilicios. Asegúrate de escribirlos con todas sus letras y signos ortográficos, ni uno más ni uno menos.