Cualquier manual de escritura en español nos indicará que la estructura natural de una frase es Sujeto + Verbo + Objeto. Sin embargo, esta regla de oro no siempre funciona para la escritura eficaz, pues a menudo hay valores específicos que nos invitan a romper ese orden.
Tomemos como ejemplo una misma oración con dos estructuras completamente distintas: “Tendrías que haberme avisado mucho antes” y “Mucho antes tendrías que haberme avisado”. En el primer caso, se sigue el orden “natural” de Sujeto (un “tú” elidido) + Verbo + Objeto, en lo que puede considerarse un tono informativo, quizá con un punto de queja. En el segundo caso, por el contrario, al romper el orden “natural”, se enfatiza ese “Mucho antes” que en principio no “debería” ocupar tal posición, y así se subraya el error imperdonable de esa tardanza, de modo que se alcanza un tono mucho más claro de reprimenda.
Sea como sea, hay otros motivos para alterar el orden “natural” de una frase, como por ejemplo cuando se hace con fines estéticos. A esto lo llamamos literariamente hipérbaton, y uno de los ejemplos más célebres nos lo ofrece Gustavo Adolfo Bécquer en su “Volverán las oscuras golondrinas/en tu balcón sus nidos a colgar” (como sabemos, el orden natural sería “Las oscuras golondrinas volverán/a colgar sus nidos en tu balcón”, pero obviamente no era el estilizado y musical efecto que pretendía el escritor).
Por otro lado, conviene tener especial cuidado con la ubicación de los complementos, pues a menudo pueden llevar a confusión o incluso a ambigüedades bastante desafortunadas. De nuevo, veámoslo mejor con un ejemplo. En la oración “Necesito saber lo antes posible si puedes visitarme”, no se produce la menor ambigüedad, gracias a la adecuada ubicación de todos sus componentes, que permite expresar la información de forma muy precisa. Pero ¿qué ocurriría si el complemento “lo antes posible” lo hubiésemos aplazado hasta el final de la frase? Pues que ya no quedaría tan claro a qué se aplica la urgencia de ese “lo antes posible”: si a “saber lo antes posible” o a “visitarme lo antes posible”.
Así pues, no solo conviene que conozcamos unas reglas básicas para estructurar nuestras frases, sino también de qué modo romperlas y con qué fines. Eso sí, siempre persiguiendo la máxima claridad (a no ser, por supuesto, que nuestro objetivo sea alcanzar una ambigüedad expresa que beneficie nuestro mensaje, quizá para un juego de palabras con fines humorísticos, por ejemplo).