Llegados a este punto de nuestro curso de escritura eficaz, puede que no encuentres demasiado intimidante la perspectiva de elaborar el resumen de un texto, ¿verdad? A fin de cuentas, si ya tienes claro cómo crear un texto partiendo de cero, ¿qué complicación puede haber en resumir otro ya existente? Por desgracia, este es un error que se comete de forma bastante habitual. Cierto que “escribir un resumen” no deja de ser lo mismo que “escribir un texto” y, por tanto, las normas de escritura eficaz no pueden diferir tanto. Pero ojo, porque hay algunas diferencias…
Para empezar, debemos conocer muy bien el texto que vamos a resumir. ¿Qué implica eso? Obviamente, haberlo leído al menos una vez (puede que más)… pero, además, con mucha atención. No basta con lecturas superficiales o en diagonal. Solo así podremos detectar las intenciones del autor, el tema principal, los temas secundarios, otras ideas clave que encierra incluso por párrafos, su estructura, su tono, el tipo de lenguaje empleado, su público objetivo… Es decir, haremos una radiografía del texto para saber cómo está armado, cuáles son sus códigos. En cierto modo, esto se parece bastante al esquema o boceto que elaboramos antes de escribir nuestros propios textos, solo que en esta ocasión lo haremos con uno ajeno.
Una vez hecho esto, procederemos como siempre. Ante todo, elaboramos el esquema de (ahora sí) lo que será nuestro resumen: temas, ideas clave, tono, estructura general y por párrafos… Solo entonces podremos empezar a redactar. Eso sí, muy importante: aludiendo de forma explícita al texto de partida y al autor, para dejar bien claro de antemano que lo nuestro es un resumen (no vaya a acusarnos nadie de estar apropiándonos de ideas ajenas…).
Fácil, ¿verdad? Pues no. De hecho, la lista de meteduras de pata en la que podemos caer es extensa. Pero aquí te dejamos las cinco reglas de oro que hay que observar de forma especial en estos textos específicos:
1) No haber logrado entender bien el texto de partida. Obsta subrayar que este es el error más grave, pues, si falla la base, falla todo lo demás. Puede que la materia tratada se nos escape de las manos y, por tanto, no tengamos ni idea de cómo resumirla debidamente. O algo peor incluso: puede que ni siquiera hayamos entendido las intenciones que perseguía el autor. ¿Te imaginas que un texto está siendo irónico y tú te lo tomas al pie de la letra? ¿Qué tipo de resumen vas a hacer con semejantes mimbres, alma de cántaro?
2) No haber sabido bocetar previamente nuestro resumen. Aunque ese es un error aplicable a la escritura de cualquier tipo de texto, ¿verdad?
3) ¿Recuerdas aquella instrucción del colegio en la que te decían “resume con tus propias palabras…”? Pues, en efecto, la acotación que tu profe añadía después de “resume” no tenía nada de inocente y sí mucho de lógico. A fin de cuentas, quizá un resumen deba utilizar de forma obligatoria parte del vocabulario procedente del texto original, pero eso no justifica que además copiemos literalmente frases enteras y convirtamos nuestro texto en una especie de monstruo de Frankenstein a base de fragmentos ajenos. Lo ideal es que un resumen tenga su identidad propia, su lenguaje propio (aunque comparta un poco del otro) e incluso sus intenciones propias.
4) El resumen no está equilibrado. Puede que sea demasiado largo (¡quizá incluso más que el propio texto de partida!)… o demasiado escueto (dejándonos ideas importantes en el tintero que, en realidad, habrían ayudado a entender otras que sí hemos expresado). O puede que nos centremos más de la cuenta en unos párrafos mientras pasamos de puntilla por otros que requerirían un poquito más de desarrollo.
5) Exceso de subjetividad. Porque, cuidado, no confundamos un resumen con una crítica. El resumen nos pide que sepamos condensar de forma relevante y más o menos objetiva. No podemos dedicarnos a rebatir las ideas del autor ni a completarlas con datos de nuestra cosecha… Debemos quedarnos en un discreto segundo plano y asumir que en un resumen la estrella jamás es quien lo escribe, sino “aquello sobre lo que se escribe”.
Por supuesto, hay más errores que conviene evitar: lenguaje inapropiado, falta de precisión y estructura, redundancias que no aportan nada, faltas ortográficas… Pero, una vez más (hablando de redundancias…), se trata de aspectos que no difieren mucho de los que hay que tener en cuenta en otro tipo de textos. Y ahora, a modo de ejercicio práctico, ¿te animarías a hacer un resumen de este texto?