Una de las variables más importantes a la hora de traducir es lo que conocemos por “contexto”. A fin de cuentas, el contexto nos ayuda a determinar significados, evitar posibles ambigüedades, entender mejor el texto de origen y, por tanto, traducirlo de forma más precisa.
Pero ¿a qué llamamos “contexto”? Según la primera acepción del DRAE para esta palabra, consiste en el “entorno lingüístico del que depende el sentido de una palabra, frase o fragmento determinados”. Pero veámoslo con un sencillo ejemplo.
Imagina que debes traducir al inglés este titular ficticio: “Se prende en llamas la última planta de un edificio de Alcobendas”. Así tal cual, descontextualizado, ¿cómo sabes de qué modo traducir mejor ese “la última planta”? Podría referirse a las que crecen en su tierra dentro de macetas, en cuyo caso una opción sería “the last plant”. En cambio, si se refiere al piso superior de un edificio de apartamentos, podría ser “the upper floor”. Y, aunque lo más probable es que la frase no hable de un edificio donde ya solo sobrevivía en su maceta una triste mata vegetal, el único modo de salir de dudas es obtener un poco de contexto lingüístico.
Ahora bien, ¿cómo obtenemos contexto, si no nos lo han dado previamente? En el ejemplo del titular ficticio, la solución más sencilla sería leer el cuerpo textual de la noticia en sí. Piensa que, al desarrollarla con mayor detalle, es muy posible que nos brinde el contexto del que carecíamos. Pero, en otros casos, siempre podemos pedirle ayuda a quien nos ha encargado el trabajo, si no podemos investigar por nuestra cuenta.
De hecho, este “atrevimiento” puede resultar muy útil cuando, por ejemplo, nos encargan traducir una página web y para ello nos envían el texto original en formato HTML. En una situación así, nos encontramos con que debemos traducir a ciegas, sin tener la menor idea de cómo aparecerá ese texto combinado con otro contenido o incluso con elementos gráficos en la página web en cuestión. Podemos toparnos con títulos y subtítulos que desconocemos a qué hacen relación (ya sean apartados, subapartados, pestañas o incluso comandos). Y esto siempre puede dar pie a confusiones si buscamos por la red y no damos con la página original, que sería lo que muy a menudo podría sacarnos de dudas.
Por último, otro sector donde el contexto cobra enorme importancia es el de la traducción audiovisual. Imagina que te han encargado traducir el octavo capítulo de la nueva temporada de una serie y que en este aparece un guiño o juego de palabras que remite a una situación producida en el capítulo tres de la temporada anterior. Por supuesto, si no sabes nada de dicha situación, difícilmente podrás captar el guiño como es debido y traducirlo de forma adecuada.
O un ejemplo menos enrevesado: supón que estás traduciendo al español unos subtítulos en inglés donde se menciona a un personaje llamado “doctor Williams”. Es posible que por inercia lo traduzcas por “el doctor Williams”. Pero ¿y si el personaje lo interpreta una actriz? Si no tienes imágenes de la serie que te ayuden a contextualizar, a priori parece bastante improbable que te des cuenta de que el mejor modo de traducir ese “doctor Williams” inglés sin marca genérica es más bien “la doctora Williams”.
Así pues, recuerda: no subestimes el contexto a la hora de traducir. A veces lo podrás encontrar por tu propia mano, otras tendrás que pedírselo a quien te haya hecho el encargo. Pero, en todo caso, siempre será una gran ayuda a la hora de obtener el mejor acabado posible.

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