Las comas son uno de esos signos ortográficos que siempre plantean dudas a muchos hablantes, por exceso o por defecto. ¿Cuándo toca ponerlos?, ¿cuándo sobran?, ¿cuándo da igual que estén como que no?
De lo que no cabe duda es que, cuando desaparecen sin razón, su ausencia duele, al igual que algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Pues bien, una de esas ausencias injustificables e injustificadas es la de la coma del vocativo. Porque incluso en textos periodísticos, a los que se les presupone un mínimo de calidad, detectamos a veces este error garrafal. Pero, antes de nada, veamos en qué consiste un vocativo.
El DRAE define el término muy escuetamente como “Dicho de una expresión nominal: Que se usa en función apelativa”. Y, a continuación, nos ofrece un ejemplo para ilustrarlo: el nombre “Pepe” en la oración “Pepe, ven un momento, por favor”. Ahora bien, ¿en qué consiste la función apelativa del lenguaje? Pues en llamar la atención del receptor del mensaje. Por tanto, el vocativo es la palabra o conjunto de palabras que se refieren al interlocutor y se utilizan para llamarlo, apelarlo o dirigirse a él de manera explícita.
Y ahora que tenemos claro qué es (esperamos…), también debemos meternos en la cabeza otro tema mucho más simple: el vocativo siempre, pero siempre, se separa del resto de la oración mediante comas.
TANTO SI VA AL INICIO…
“Señor, te damos las gracias por los alimentos que de ti vamos a recibir” (donde el vocativo es “Señor” y, naturalmente, va aislado de los demás elementos por una coma).
… COMO SI VA EN EL MEDIO…
“Corre, Lola, corre” (donde el vocativo es “Lola”, que correrá mucho, pero se encuentra rodeada de comas).
… COMO SI VA AL FINAL
“Elemental, querido Watson” (donde el vocativo es nuestro “querido Watson” y, una vez más, el pobre queda aislado mediante una coma).
Por otro lado, recuerda que el vocativo suele aparecer también con palabras como “felicidades”, “gracias”, “adiós”, “hola” o “bienvenido”. Lo verás mucho (o deberías) en encabezados y despedidas de cartas o correos electrónicos:
“Gracias, ministro, por su atención” (que no “gracias ministro por su atención”).
“Querido hermano, felicidades por tu nuevo puesto de trabajo”.
“¿Y por qué tenemos que poner esa coma en los vocativos?”, te estarás preguntando. Pues, para empezar, porque sirve como marca gráfica de una entonación específica al hablar. Y, sobre todo, aunque esto ya sonará más técnico, porque con esa coma (o esas dos comas, en el caso de que se encuentre en mitad de la frase), indicamos que el vocativo se halla fuera de la sintaxis oracional.
Esperamos que haya quedado claro el asunto. Y ahora, si se nos permite despedirnos con un chascarrillo a base de vocativos: ¡eso es todo, amigos! ¡Hasta luego, Mari Carmen!