Como cada año, el 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer. Una efeméride que se remonta a 1975, y con la que la ONU propone conmemorar la lucha de la mujer por participar de manera activa en la sociedad, emanciparse y desarrollarse íntegramente como persona. Una efeméride que, mucho nos tememos, aun en pleno 2021 sigue sin verse salpicada de polémicas y desencuentros. Pero no queremos hablar de ellos en esta entrada. De hecho, lo que pretendemos más bien es aportar nuestro granito de arena a tan señalada cita celebrando en este espacio a algunas de las mujeres que han destacado (y que, a menudo, también han sido ninguneadas u olvidadas) en los ámbitos lingüístico y editorial.
Mujeres como la alemana Clara Hätzerlin, una de las primeras escribas profesionales que conocemos, y que durante el siglo XV trabajó en una famosa colección de canciones y poemas populares del medievo alemán. O como la parisina Charlotte Guillard, hoy por hoy la primera mujer impresora relevante de cuya biografía tenemos constancia, y que desde 1518 estuvo al frente de la imprenta Soleil d’Or. Tampoco podemos olvidarnos de la italiana Paola Margherita Dall’Aglio, editora y tipógrafa a quien debemos nada menos que la edición final en 1818 del “Manual de tipografía” de Giambattista Bodoni, el más importante tratado de tipografía de su tiempo. Y si nos vamos al ámbito de la traducción, también este ha contado con figuras históricas como Mary Herbert, condesa de Pembroke, que tradujo obras del calado de “Triunfo de la muerte”, de Petrarca.
Pero ¿acaso en nuestro idioma no tenemos figuras que rescatar? Por supuesto que sí. Ahí tenemos a Martha Hildebrandt, por ejemplo, lingüista que desde 1971 pasó a ser miembro de la Academia Peruana de la Lengua. O a María Goyri (1873-1954), filóloga que investigó, recopiló y sistematizó las diferentes versiones de romances de la tradición oral. Sin olvidarnos, claro está, de la fundamental María Moliner, filóloga y lexicógrafa española que a partir de 1962 dio forma al “Diccionario de uso del español”, calificado nada menos que por Gabriel García Márquez como “el más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”.
Obsta aclarar que la cosa no queda aquí, afortunadamente. Y mucho menos desde finales del siglo XX, donde nos encontramos con profesionales como la tipógrafa libanesa Nadine Chahine (galardonada en 2008 por la creación de la familia tipográfica Palatino Arabic)… o, por qué no, la incombustible Anna Wintour, editora en jefe de la revista “Vogue”.
Por desgracia, nuestro espacio es el que es, y ello nos ha obligado a realizar una escueta selección de nombres, apellidos y logros. Sin embargo, eso no significa que desmerezcamos ni hayamos olvidado a todas esas grandes profesionales que día a día trabajan en la sombra. Mujeres anónimas que con su valioso trabajo engrandecen el mundo de la maquetación, la edición, la corrección, la traducción, la redacción… Ellas son las depositarias de una larga tradición donde jamás lo han tenido fácil. Así que con estas palabras, y como humilde homenaje a ellas, queremos cerrar esta entrada. Porque la revolución editorial será feminista… o no será.