No te equivoques: maquetar implica mucho más que distribuir una serie de datos de forma estética en un documento, ya sea para medios impresos o digitales. Porque, sí, es cierto que la plasticidad cobra una enorme importancia cuando maquetamos, pero también lo cobran muchos otros valores, como el orden, la lógica, la transparencia y la eficacia.
¿Qué sentido tiene seleccionar una tipografía espectacular… si luego la ubicamos sobre un fondo que la vuelve casi ilegible? ¿Y qué decir de esas líneas viudas y huérfanas, que nos provocan tanta tristeza como sus nombres sugieren? ¿O esos desconcertantes pies de imagen que no se corresponden con la fotografía a la que acompañan?
Ya es hora de decirlo: maquetar tiene mucho de intuición y creatividad, pero eso no significa que equivalga a andar machete en mano por una tierra de nadie. De hecho, la maquetación se rige por unas sencillas reglas, y podríamos resumirlas en este heptálogo.
1. Adecúa la maquetación al tipo de texto y al público objetivo que este pretende alcanzar. Funcionalidad, siempre funcionalidad.
2. Haz tuyos los logros de otros. Ojo: no estamos invitando al plagio, sino a incorporar en tu trabajo ideas que pueden haber funcionado ya antes, reinterpretándolas y adaptándolas a tu forma de trabajo. Una de las mejores formas de ser original es personalizando elementos no necesariamente propios.
3. Distribuye de forma armónica y ordenada la información, de modo tal que el resultado sea lógico, además de agradable a la vista. La maqueta ha de invitarnos a la lectura, nunca repelernos.
4. Si debes escoger paletas cromáticas, hazlo sabiamente. Los colores transmiten mucha información, así que evita que sea contradictoria con el contenido del texto.
5. Ya lo dijimos en otra ocasión: no conviertas tu maqueta en un muestrario de tipografías, por muy “molonas” que sean. Con un par de familias te puedes apañar. Y recuerda: la tipografías están para usarse de forma práctica, para permitir leer el texto con claridad… no para lucirte tú.
6. Huye como de la peste de los diseños excesivamente barrocos, pues a menudo resultan en una completa distracción para el lector. Incluso a la hora de ser “barroco” hay que ser comedido.
7. Supera tu tendencia al “horror vacui”. No pasa nada si hay espacios blancos en la página, siempre y cuando sean necesarios y los uses sabiamente. Los espacios blancos permiten dar un respiro a la maqueta (¡y a los sufridos lectores, sobre todo a ellos!).