En entradas previas, hemos hablado de los dos niveles básicos de corrección: ortotipográfica (más superficial) y de estilo (más profunda). La primera, como su propio nombre indica, se ocupa de pulir los errores ortográficos y de tipografía que presenta el texto. La segunda, a un nivel mucho más complejo, abarca ajustes que van desde el léxico hasta la sintaxis, pasando por redundancias, unificaciones, usos poco elegantes (o demasiado elegantes, depende)…
Ahora bien, ¿cuán profunda debe ser una corrección de estilo para que alcance la profundidad deseada? Ante todo, ahí habría que precisar los límites de esa «profundidad deseada». Con frecuencia, tales grados de intervención los delinea quien ha encargado el trabajo, pero otras será el propio corrector quien se vea obligado a tomar tales decisiones… y no siempre en función de factores estrictamente profesionales. De hecho, también pueden pesar, y no poco, otros motivos: desde los tiempos de entrega (a plazos menos ajustados, más posibilidades de ponerse minuciosos) hasta la tarifa aplicada al trabajo.
En líneas generales, a la hora de realizar una corrección de estilo podríamos distinguir tres niveles de intervención en el texto. A saber, de menos a más profundidad:
Primer nivel: Aparte de revisar el plano ortotipográfico (faltas ortográficas, errores de puntuación, dedazos…), se corrigen errores serios de vocabulario y de sintaxis (concordancias, leísmos…).
Segundo nivel: Junto con todo lo anterior, aquí ya se afina más la precisión del vocabulario, se suaviza el abuso de determinados elementos (repeticiones léxicas, posesivos y adverbios acabados en «-mente», sobre todo), se corrigen los calcos ininteligibles de otros idiomas…
Tercer nivel: En este último, se aplica también un ajuste prudente de los resaltes (reducir a lo necesario el empleo de cursivas y comillas), se corrigen los calcos de otros idiomas (por muy inteligibles que sean), se reordenan determinadas oraciones para una mayor claridad y elegancia, se enriquece el vocabulario con el fin de evitar aquellas elecciones más obvias que entran en el terreno del cliché o en el de las palabras comodín, se vertebra mejor el discurso agregando conectores (o mejorando los presentes), se unifican los criterios aplicados…
En resumidas cuentas, los tres niveles de profundidad en una corrección de estilo consisten, fundamentalmente, en una escala de afinación (o de refinamiento, si se quiere) que hay que establecer antes de comenzar el trabajo. Cuantos más elementos objetivos se tengan en cuenta durante la corrección, más nos aproximaremos al tercer nivel. Digamos que es, si se nos permite el símil, algo así como un paso de la brocha gorda a la brocha fina.

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