En un mundo como el actual, aparentemente más civilizado y moderno, quizá sorprenda no solo la existencia del santoral y de la matanza del cerdo, sino también el estrecho vínculo que hay entre ambas realidades. Pero lo cierto es que España, como otras naciones occidentales, acumula una larga tradición en cuanto a la elaboración de productos cárnicos. Y el hecho de que la matanza suela asociarse con alguna festividad religiosa nos da buena cuenta de lo importante que se consideraba esta labor, pues no en vano servía de sustento a muchas familias en medios rurales.
Ahora bien, concretando un poquito más, diremos que la época de la matanza arranca popularmente el 11 de noviembre, justo el día en que se celebra San Martín. Y, aunque a priori pueda parecer que se debe a motivos religiosos, en realidad tiene un sentido más práctico: con el mes de noviembre llega también el inicio de las temperaturas bajas, que resultan fundamentales para conservar los productos cárnicos.
De todos modos, puesto que los campesinos no podían jugárselo todo a la carta del frío (que llega cuando llega, y no siempre cuando debe o nos gustaría), la celebración de la matanza podía aplazarse hasta el 29 de noviembre (festividad de San Andrés) o incluso, si los animales aún no habían engordado lo suficiente, incluso hasta el 17 de enero (festividad de San Antón).
Como no podía ser de otro modo, el refranero español refleja la importancia de esta realidad a través de muchos dichos populares. Sin embargo, por su valor metafórico, vamos a centrarnos en uno concreto: “A todo cerdo le llega su San Martín”. O, si nos decantamos por su variante más tardía, “A cada lechón le llega su San Antón”.
Pero ¿qué significa en realidad? Solemos aplicárselo a alguien que se ha comportado de manera incorrecta y que hasta ahora ha salido impune, y al decir ese refrán expresamos nuestro convencimiento (o nuestra esperanza, cuando menos) de que antes o después le llegará el momento de pagar por sus malos actos. Del mismo modo que los cerdos, tras todo un año de engorde y buena vidorra, con la llegada del otoño comprueban en su carnes (nunca mejor dicho) el alto precio que tendrán que pagar por ese largo periodo de autoindulgencia.
Dicho esto, ¿cuándo surge exactamente ese refrán? Vale, admitimos que hemos hecho un poco de “clickbait” (o “ciberanzuelo”) con este asunto, pues, al igual que ocurre con tantos otros refranes, no sabemos con absoluta certeza cuándo y dónde se originó. Pero lo que sí podemos decirte es cuándo se registra por primera vez por escrito: nada menos que en el “Quijote”, y en concreto en el capítulo 62 de la 2.ª parte, cuando el protagonista se refiere al Quijote de Avellaneda en los siguientes términos: “Ya yo tengo noticias dese libro […]; y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente: pero su San Martín se le llegará como a cada cerdo…”.
Esperamos que te haya resultado interesante la entrada. Por cierto, ya que estamos, te proponemos un ejercicio práctico: ¿a qué cerdo del panorama actual crees que le llegará antes o después su San Martín? Te leemos en la cajita de comentarios.