Seguro que más de una vez has usado la expresión “armarse la marimorena”. O, como también recoge el DRAE, “organizarse la marimorena”…, aunque esta alternativa nos confunde más, la verdad sea dicha, pues si algo caracteriza a la marimorena de marras no es la organización y el orden, sino todo lo contrario. De hecho, la RAE nos define este vocablo como una variante coloquial de “riña, pendencia, camorra”.
Pero bueno, bromas aparte, ¿alguna vez te has preguntado de dónde proviene tan curiosa expresión? ¿Qué (o quién) era la marimorena esa? Pues, por lo visto, era “quién”. En concreto, una tabernera madrileña del siglo XVI llamada Mari Morena, como comenta José María de Zuaznávar en sus “Noticias para Literatos acerca de los Archivos públicos de la hoy extinguida Sala de Señores, Alcaldes de casa y Corte” (1834): “Es muy verosímil que el nombre y apellido de esta mujer encausada, su clase y la calidad de su culpa, hubiesen dado origen desde el año 1579 a la expresión, hoy muy usual, de ‘Marimorena por pendencia’”.
Al parecer, Mari Morena estaba casada con un tal Alonso de Zayas, y ambos regentaban una taberna en Madrid donde servían dos tipos de vino: uno de gran calidad para los clientes más ricos, y otro peleón para aquellos más desfavorecidos económicamente. Hasta que un día pasó lo que tenía que pasar: la clientela pobre se hartó de aquella medida tan clasista y exigió probar el vino bueno. Pero María, que parece ser que tenía un carácter de aquí te espero, les dijo que ni hablar del peluquín (otro día ahondaremos en el origen de esta expresión), que ellos tenían el otro vino y, si no les parecía bien, puerta. Y, desde luego, no les pareció bien. De hecho, se montó tal trifulca que el local acabó como si hubiera arrasado con él un tornado.
Quizá te estés preguntando: ¿y por qué decimos “se armó la marimorena”? A fin de cuentas, ella solo se negó en redondo a darles el vino bueno. Si quienes se lo tomaron fatal y montaron la de Dios en el local fueron los parroquianos, ¿por qué no decimos “armarse la de los parroquianos”? Bueno, para eso no tenemos una respuesta clara y directa, pero desde luego podríamos valorar un posible tufillo un tanto machista a la decisión de echarle la culpa a la mujer de turno. Muy descabellado no nos parece.
Ahora bien, aunque Zuaznávar tiene apoyos para su hipótesis, no los tiene todos. De hecho, hay quienes valoran que la cosa no tuvo por qué ser tan concreta, pues casi todas las taberneras y venteras del siglo XVI se llamaban María (“y eran bien morenas”, añadiría el topicazo español). Si a ello le sumamos que tendían a ser mujeres hoscas e insolentes que a la mínima de cambio se enzarzaban en riñas con los hombres, pues ya tenemos otro posible origen de la expresión. ¿Y tú con cuál de los dos orígenes te quedas?

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