La inspiración no es como el talento, que se tiene o no se tiene. Qué va, es mucho más voluble que eso. A veces no está y, de pronto, cuando menos te lo esperas, te golpea como un rayo de lucidez. O al revés: la tienes ahí mismo, en la punta de la lengua, y… ¡zas!, ves una mosca pasar y ya se ha esfumado. Así son las musas. Qué le vamos a hacer, ¿verdad?
Pues mira, sí que le podemos hacer algo, y de eso los escritores saben mucho. Es más, existen diversos recursos creativos para echarle el lazo a las musas y que no se te pongan demasiado escurridizas. Y hoy vamos a ver uno de ellos: escribir a partir de un final.
¿Cómo? ¿Escribir a partir del desenlace? Sí, sabemos que suena absurdo, pero no nos malinterpretes. Con ello no queremos decir que te pongas a escribir el último capítulo del libro o la última escena del relato y, ya a partir de ahí, vayas hacia atrás hasta escribir el resto y acabar escribiendo el inicio. Eso sí sería un poco absurdo (o no, quién sabe, igual hay a quienes les funciona). Nos referimos más bien a que planifiques teniendo en mente, antes de nada, el final.
En realidad, no somos nosotros los creadores de esta técnica, sino nada menos que el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, para quien los cuentos deben escribirse siempre a partir del desenlace. Así lo explica en su «Filosofía de la composición», obra donde teoriza acerca de la construcción del relato: «La mayoría de los autores se sientan a escribir sin un designio fijo, confiándose a la inspiración del momento; no hay, por tanto, que sorprenderse de que la mayoría de los libros carezcan de valor. Jamás debería la pluma rozar el papel hasta que al menos un propósito general bien asimilado hubiera sido establecido».
Bueno, no es que queramos contradecir al maestro, pero quizá se pasó un poco al afirmar que la mayoría de los libros son bazofia. Con semejantes ganas de liarda parda, no nos cabe la menor duda de que hoy Poe sería un gran tuitero. En fin, bromas aparte, donde sí hila más fino es cuando afirma que «[si u]n hábil artista literario ha construido un relato [y su] su primera frase no tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el primer paso. No debería haber una sola palabra en toda la composición cuya tendencia, directa o indirecta, no se aplicara al designio preestablecido».
Si lo piensas, tiene bastante sentido que precisamente Poe elaborara dicha teoría, pues varios de sus cuentos culminan con ese desenlace más o menos sorprendente o esa sensación final más o menos impactante que, desde luego, sirven fenomenal como punto de partida para que el autor vaya desgranando el resto. Ahí tenemos como ejemplos «El gato negro», «El corazón delator» o «Los crímenes de la calle Morgue».
Así pues, cuando vayas a planificar tu siguiente escrito, puedes probar con esta técnica. Primero intenta imaginarte ese final al que te gustaría llegar y, una vez hecho, elabora todo el desarrollo previo que debería conducir hasta ese punto. ¿Qué ocurrió en los minutos previos a ese desenlace? ¿Y en las horas anteriores? ¿Y en los días precedentes? ¿Por qué ha sucedido todo eso? ¿Y cómo? Ojo, insistimos: cuando decimos «imaginarte», no hablamos de escribir ya el texto, sino de planificarlo. Luego, a la hora de escribir por fin lo planificado, es bastante probable que lo hagas de forma más o menos cronológica, no del final hacia atrás.
Si has visto la película «La mala educación», de Pedro Almodóvar, recordarás que hay una escena en la que este método queda reflejado con bastante claridad. En ella, el director de cine interpretado por Fele Martínez está buscando ideas que inspiren futuros guiones. Así pues, para ello, busca en la sección de «Sucesos» del periódico noticias que le impacten por un motivo u otro. De pronto, da con una. Esta habla de un motorista que, a altas horas de la noche, muere congelado en plena carretera y aún sigue conduciendo varios kilómetros después de muerto, hasta que lo detiene la guardia civil y se encuentran con la sorpresa. El director queda fascinado con la noticia: ¿quién era aquel hombre?, ¿qué era tan importante como para que decidiera conducir por la meseta manchega a altas horas de la noche y desafiando la ola de frío? «Aquí hay una historia», concluye el personaje de Fele Martínez mientras agarra las tijeras, dispuesto a recortar la noticia.
Pues bien, de eso va ni más ni menos escribir a partir del desenlace. Aunque te recordamos que no hace falta que te tomes de forma muy literal lo de ese desenlace. En el caso que acabamos de ponerte sí se toma literalmente (y además de forma bastante detallada), pero a veces puede servirte con algo un poco más abstracto, con cierta sensación que quieras transmitirles a tus lectores. Supongamos que estás hasta el gorro de tus jefes en el trabajo y fantaseas con romper con todo ello, con esa vida que te asfixia, con esas rutinas que te van mermando día a día. Pues bien, ese podría ser el «final» que te sirva de punto de partida: la sensación de libertad tras haber sufrido una especie de muerte en vida. Quizá no sepas con exactitud cómo harás que tu protagonista rompa con todo, pero desde luego tienes claro que ese será el final.
Podría lanzarse al vacío desde la última planta del edificio de oficinas (un poco dramático, pero bueno). Podría aparecer por la oficina con una escopeta de caza y liarse a tiros con todo el mundo (un poco sangriento y peliculero, pero es una posibilidad). O podría entregarle su renuncia a Gerencia en un sobre cuyo interior contiene, para sorpresa de todos, ciertos documentos comprometedores para la empresa o para los propios jefes (una elegante e irónica forma de chantajearlos, de cambiar su suerte y, desde luego, de finalizar esa historia sin abocarla al manido suicidio o a la matanza de peli hollywoodiense).
Como ves, hay múltiples formas de concretizar ese final, desde las más obvias hasta las más inesperadas, y de ti dependerá decantarte por unas u otras. Sea como sea, ahora lo importante es determinar cómo llegas a ese desenlace: ¿sufría tu protagonista acoso laboral?, ¿por parte de quiénes?, ¿en qué situaciones?, ¿en qué medida?, ¿cómo afectaba eso a su familia?, ¿qué ejemplos se te ocurren para ir escalando esa situación insostenible?, ¿cuál fue la gota que colmó el vaso? Te aseguramos que, casi sin darte cuenta, habrás ido desandando sus pasos hasta tener toda la historia. Ahora ya solo queda escribirla.
¿A que nunca te habías planteado desarrollar una novela o un relato de este modo? Pues ahora ya tienes una nueva metodología. Y te aseguramos que vale la pena darle una oportunidad. Obtendrás resultados más sorprendentes de lo que crees.