Denominamos “transcripción” a la acción y efecto de transcribir. O, como dice el DRAE, a “representar elementos fonéticos, fonológicos, léxicos o morfológicos de una lengua o dialecto mediante un sistema de escritura”. Quizá dicho así te suene complicado, pero, en resumidas cuentas, no es ni más ni menos que el proceso de transformar directamente un archivo de audio o vídeo en un documento escrito.
Seguro que has visto en muchas películas a la típica secretaria (raras veces es un hombre) mecanografiando una carta o un documento que le dicta de viva voz su jefe o jefa, ¿verdad? Pues los servicios de transcripción vienen a ser algo así, solo que a menudo más complejos, si tenemos en cuenta que puede haber audios no tan limpios, en los que intervengan varias voces y que incluso se solapen. Además, hay transcripciones que abarcan absolutamente todo el texto hablado, incluidas dubitaciones y coletillas (otras transcripciones, en cambio, son menos textuales en ese sentido).
Visto todo esto, quizá te surja una duda razonable: ¿de verdad siguen realizándose transcripciones a estas alturas? No en vano, vivimos en un mundo muy audiovisual, donde cada vez tienen más importancia la imagen y el audio, y menos el texto escrito. Pues la respuesta es que sí, por supuesto que siguen realizándose (no todo es TikTok, amigos). De hecho, en el mundo empresarial sigue siendo bastante frecuente la realización de transcripciones: cuando se quiere dejar registro escrito de una asamblea, por ejemplo, o quizá de una videoconferencia. Y también se realizan transcripciones en el mundo académico (sin ir más lejos, en lo relativo a ponencias en congresos).
Por otro lado, hay un tipo de transcripción un poco más especial a la que denominamos “transcreación”, y que en cierto modo combina la transcripción propiamente dicha y la escritura “creativa”. Se usa a veces a la hora de “transcribir” entrevistas en audio o vídeo (para luego plasmarlas por escrito en prensa, por ejemplo). Si el entrevistado no ha estado demasiado fino o fluido a la hora de expresarse y el transcriptor tiene ciertas habilidades de redacción, este último puede tomarse determinadas libertades creativas para mejorar el texto escrito de la entrevista, reorganizando y recreando mejor las respuestas para que todo quede más fluido y expresivo.
Pero ¿qué sentido tiene, de todos modos, hacer una transcripción? Pues hay diversas razones, pero una de las fundamentales es ahorrarle tiempo a la persona que necesite recurrir a ella. Al fin y al cabo, cuesta menos leer un texto transcrito (lectura que incluso puede hacerse en diagonal, si es necesario) que escuchar un audio, con todos sus silencios, dubitaciones y tiempos muertos.
Gracias a la tecnología, también cuesta menos hacer búsquedas de términos específicos dentro de un texto escrito que dentro de un archivo de audio o vídeo (de nuevo, la transcripción nos ahorra muchísimo tiempo, y todos sabemos que el tiempo es oro).
Y ya para finalizar, una última (y no menos poderosa) razón es que puede ayudarte a impulsar la estrategia SEO u optimización de motores de búsqueda. Ten en cuenta que, cuando en la web de tu empresa incluyes texto escrito en lugar de audio (o además de audio), te aseguras de que ese contenido sea totalmente “buscable” e indexable por Google, lo que facilita que clientes potenciales descubran tu empresa en línea. Interesante, ¿no?

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