De todas las expresiones populares del castellano (y sabemos que las hay en abundancia), pocos dudarían que una de las que más se han perpetuado a lo largo del tiempo es la famosa “una de cal y una de arena”. Todos la hemos usado alguna vez, con más o menos resignación, con más o menos pitorreo, con más o menos severidad, cuando una situación ha conllevado tanto algo positivo como algo negativo: “¿Qué le vamos a hacer?, una de cal y una de arena”.
Ahora bien, ¿tenemos claro qué es lo positivo y qué es lo negativo en esa expresión? O, dicho de otro modo, ¿qué representa la cal y qué representa la arena?
Habrá quien se haya quedado rascándose la coronilla ante estas preguntas. Pero quizá también haya quien no tenga la menor duda: la cal ha de ser el aspecto negativo, si pensamos en lo mucho que mancha si te arrimas a la pared (como rezaba la canción del grupo Los Inhumanos), pero sobre todo en los efectos perjudiciales que se le adjudican a este material en contacto con la piel.
Sin embargo, las cosas no siempre son lo que parecen, y menos en el ámbito lingüístico. De hecho, la expresión que estamos abordando no es la “original”, por así decirlo, sino más bien una versión simplificada de otra un poco más extensa: “una de cal y otra de arena hacen la mezcla buena”. Pero ¿a qué mezcla se refería dicha frase?
Pues bien, Alberto Buitrago nos lo explica estupendamente en el “Diccionario de dichos y frases hechas” (Espasa, 2012): “Cuando no existía el cemento, los ladrillos o piedras se fijaban con mortero, un compuesto que se conseguía con una palada de cal —un material caro y noble— y otra de arena —mucho más abundante y menos importante—”.
Así pues, cabría deducir que, en contra de lo que muchos podrían pensar (y, sin duda, piensan), la parte positiva de la situación es la cal, por tratarse del material “bueno”, el más caro y noble de la mezcla; en cambio, la arena sería la parte negativa, al tratarse del material “malo”, el más barato y fácil de conseguir. Nada que ver, por tanto, con la presunta peligrosidad o inocuidad de los materiales, sino más bien con una visión un tanto esnob respecto a su origen.
Y ahora que ya hemos puesto las cartas sobre la mesa, ¿qué consejos de uso podemos ofrecerte? Ninguno, la verdad, pues, cuando usamos esta expresión, raramente subrayamos cuál es en concreto la parte positiva y cuál es la negativa. Pero ¿y lo que vas a fardar contando esta curiosidad, qué?