Si, como autor literario, ya llevas un tiempo intentando abrirte paso en el mundo editorial (y más aún si lo haces sin ayuda de agentes ni de nadie, solo con tu machete —figurado— en la mano), seguramente no te estemos descubriendo nada cuando decimos que no es un mundo fácil. Y que, de hecho, a menudo puede llegar a ser incluso cruel.
En cambio, si esta afirmación la lee un autor primerizo, uno que jamás ha publicado nada o que ha publicado poquísimo, lo más probable es que la reciba como una jarra de agua fría. O, en el mejor de los casos, con cierto escepticismo. Y es normal en ambas. Cuando has empezado a perseguir con mucha ilusión tu sueño, no es plato de buen gusto que venga alguien a decirte que esa aspiración será bastante menos camino de rosas de lo que tú crees. Así que lo más probable es que recibas el mal augurio de una de esas maneras: o bien con decepción («buf, pues no sé si será mejor tirar la toalla antes de empezar»)…, o bien con cierta suspicacia a modo de coraza protectora («tengo un talento descomunal, así que en mi caso no será para tanto»).
No obstante, incluso si resulta que sí tienes ese talento descomunal del que presumes, el mero hecho de que creas que con eso te bastará para abrirte paso gloriosamente en la jungla editorial solo demuestra lo primerizo que eres (por no usar un adjetivo menos suave). Pues quien se ha movido o sigue moviéndose en el mundo editorial sabe de buena tinta (valga el juego de palabras) que, si quieres hacer tu caminito allí, más te vale moverte con un manual de instrucciones en la mano que con un chorro de talento incontenible dentro. Que, a ver, tampoco vamos a decir ahora que el talento sobra, ni mucho menos. Pero la mayoría de los profesionales del mundo editorial te dirán que más ayuda saber moverse y tomar las decisiones adecuadas en cada momento. Porque, al contrario de tener o no buena suerte, eso sí es decisión y responsabilidad tuya.
Y, si de profesionales del mundo editorial y manuales de instrucciones hablamos, será inevitable que vayamos presentando la figura del asesor o consultor editorial, que no deja de ser un profesional que sabrá darte todo tipo de útiles instrucciones para moverte por este mundillo. Y cuando decimos «todo tipo», decimos «todo tipo»: desde el proceso de conceptualizar la obra en cuestión hasta los de seleccionar cuáles son las editoriales donde mejor rendimiento podría tener, cómo elaborar un dosier atractivo, cómo redactar una carta de presentación persuasiva… Y eso en el caso de una publicación convencional, porque, si lo que te interesa es la publicación independiente, también pueden asesorarte de maravilla: decidir las mejores plataformas, diseñar y poner en práctica la campaña de «marketing», hacerle el debido seguimiento…
Ya decimos que pueden ofrecer múltiples servicios, incluida información inmediata y de lo más eficaz que quizá por ti mismo tardarías días o semanas en obtener. Todo dependerá siempre de la especialización de cada profesional y, a partir de ahí, de lo que tú requieras como cliente suyo. Porque otra gran ventaja de la asesoría editorial es que se ofrece de forma 100 % personalizada, para ajustarse como un guante a las necesidades y objetivos específicos que tengas. Y eso te da una enorme tranquilidad, claro, porque no es lo mismo ir dando palos de ciego por un mundo que desconoces que guiado por una mano amiga (o una mano profesional, tampoco nos vengamos arriba) que, como conoce bien el terreno, te puede ir indicando por dónde puedes pisar seguro y por dónde más te vale no meter la pezuña.
De hecho, y ya para ir cerrando, ese es otro valor importantísimo que ofrece un consultor editorial: que no solo te aconseja…, sino que también te desaconseja. Y a veces es casi más útil lo segundo que lo primero, la verdad, porque te ahorra una buena cantidad de tiempo perdido y de frustraciones innecesarias. Recuerda: no importa lo mucho que estés llamando a puertas, si resulta que son las puertas incorrectas y además lo estás haciendo en el horario más inadecuado y con un ariete. Ni siquiera con tu chorro de talento y una obra maestra bajo el brazo.