Seguro que alguna vez has oído que J. K. Rowling comenzó a escribir la historia de Harry Potter en las servilletas de los restaurantes a los que acudía a tomar café. O que la novela “Frankenstein, o el moderno Prometeo” tuvo su origen en una apuesta que lord Byron les propuso a Mary Shelley, el esposo de esta y el doctor John Polidori. De hecho, el mundo literario está repleto de curiosidades y casualidades, a cada cual más asombrosa. Así pues, ¿nos acompañas en un pequeño recorrido por algunas de ellas?
LA PRIMERA NOVELA DE LA HISTORIA FUE ESCRITA POR UNA MUJER. Y nos referimos a “La novela de Genji”, escrita hace más de un milenio por Murasaki Shikibu. Una novela de más de mil seiscientas páginas que nos hace todo un relato de la antigüedad japonesa y que, sin duda, merece redescubrirse.
EL ORIGEN DE OZ. A veces las cosas más memorables surgen de las más prosaicas. Y, por lo visto, así ocurrió con el título de “El mago de Oz”, que al escritor L. Frank Baum se le ocurrió mientras observaba un archivador para almacenar de forma alfabética, en uno de cuyos cajones se leían las letras “O-Z”.
“ONE-HIT WONDERS”. Así llaman los ingleses a los artistas musicales que tienen un solo éxito en sus carreras. Pero a veces el mundo literario va más allá y nos ofrece autoras de un solo éxito… y carreras de un solo libro. Es el caso de Harper Lee, que con su hasta entonces única novela “Cómo matar a un ruiseñor” se alzó nada menos que con el Premio Pulitzer. Después, por voluntad propia, ya no volvió a publicar nada más en lo que le quedó de vida. También Margaret Mitchell se alzó con el Premio Pulitzer gracias a su primera y única novela, “Lo que el viento se llevó”, después de lo cual decidió alejarse por siempre del mundo de las letras. ¿Habrá una maldición Pulitzer para las escritoras?
LA BELLA VIOLADA DEL BOSQUE. Aunque la versión más célebre que nos ha llegado de “La Bella Durmiente del Bosque” es la que escribió Charles Perrault, hay otra versión más antigua (siglo XVI) que escribió el napolitano Giambattista Basile, donde en realidad el príncipe no da un casto beso de amor (no consentido) a la Bella Durmiente, sino que la viola mientras ella está dormida. De hecho, la protagonista de esta versión no despierta gracias a un beso “de amor”, sino cuando, tras dar a luz los bebés fruto de este abuso sexual, uno de ellos se pone a succionar el dedo de su madre para “amamantarse” y logra extraer lo que la dejó dormida.
LIBROS PROHIBIDOS. Todos hemos oído hablar de las vicisitudes de “Lolita”, de Vladimir Nabokov, una novela tan polémica que en su momento un solo editor se atrevió a ponerla en papel (y que, incluso después, siguió levantando ampollas constantemente). Sin embargo, hay muchos otros libros que en su momento también fueron censurados, por mucho que nos cueste creerlo. Es el caso de un clásico absoluto como “Madame Bovary”, obra de Gustave Flaubert que llegaron a tachar nada menos que de pornográfica cuando un periódico la publicó en 1856. O de “El Lazarillo de Tormes”, que, debido a lo que se interpretó como críticas a la Iglesia, formó parte del índice de libros prohibidos por la Inquisición española. Ahora bien, si de casos desconcertantes hablamos, quizá la palma se la llevaría “Bambi”, de Félix Salten, la obra literaria que inspiró el famoso cervatillo de Disney (símbolo de la inocencia por antonomasia), y que Adolf Hitler prohibió porque… en efecto, porque su autor era judío.
ALEJANDRO DUMAS ERA MESTIZO. Aunque en la pantalla grande lo han interpretado actores de tez más bien blanca como Gérard Depardieu, al parecer el autor de “Los tres mosqueteros” o “El conde de Montecristo” era mestizo, hijo de un militar francés y de una esclava negra de la isla de Santo Domingo.
Y GRANDES AUTORES… QUE ERAN GRANDES AUTORAS. Hemos comenzado esta entrada mencionando a J. K. Rowling, autora que decidió ocultar su nombre propio (y su propio género) tras dos iniciales. Como vemos, ni siquiera el mundo de la literatura se libra del peso del machismo. Y, de hecho, ahí tenemos a otras autoras que no solo han tenido que ocultar su feminidad tras un par de iniciales, sino que incluso han tenido que firmar con nombres masculinos para no verse perjudicadas por el hecho de ser mujeres. Quizá dos de los casos más célebres son George Eliot (en realidad, Mary Ann Evans) o Isak Dinesen (en realidad, Karen Blixen). Aunque también en España tenemos casos como el de Carmen de Burgos, nuestra primera corresponsal de guerra, que llegó a firmar con un seudónimo tan “punki” como Perico el de los Palotes.

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