Imagina que haces una encuesta entre un amplio grupo de traductores. Una de las preguntas es: “¿Considera usted que las herramientas de traducción asistida pueden resultarle útiles para traducir textos literarios?”. Estamos bastante seguros de que un elevadísimo porcentaje de las respuestas sería un rotundo “NO”. Y el motivo es muy sencillo: existe la creencia muy extendida de que este tipo de herramientas no sirven de nada en traducciones más “creativas” y menos “mecánicas” o “repetitivas”.
Y sí, en cierto modo llevan bastante razón quienes así piensan. A fin de cuentas, los textos literarios no tienen un número significativo de frases o expresiones repetidas. Por tanto, no parece que tenga demasiado sentido usar con ellos unas herramientas que, en principio, están pensadas para facilitar trabajos un tanto más mecánicos con un número mucho más elevado de repeticiones.
Sin embargo, que lleven bastante razón no significa que la tengan toda. Las herramientas de traducción asistida ofrecen diversas funciones, más allá de aquellas por la que más se las conoce. Y, como no quisiéramos que las subestimaras, aquí te dejamos una lista de utilidades que quizá no estabas teniendo en cuenta:

1) Te permiten trabajar de forma muy visual, ya que el texto original y la traducción se encuentran en paralelo dentro de la misma pantalla. Esto te evita tener que ir saltando una y otra vez del documento original al documento donde vas traduciendo (o lo que sería peor: del libro físico a la pantalla del ordenador). Toda una ventaja.
2) Dado que el libro queda dividido en segmentos (frases o párrafos, títulos de capítulos…), raro será que por error te dejes alguno sin traducir, ¿no?
3) Si te dejas para el final la traducción del índice, ya te aparecerán traducidos directamente los títulos de capítulos que lo conforman, pues los habrás traducido de antemano al inicio de cada capítulo y la memoria los recogerá. Y si lo haces al revés, es decir, si traduces primero el índice y luego el título de cada capítulo cuando este llegue, la ventaja es justo la misma. Quizá no ganes una barbaridad de tiempo, pero algo sí (que nunca está mal).
4) Cualquier elemento que necesites mantener sin traducir (desde nombres propios hasta marcas comerciales, números, títulos de libros jamás editados en nuestro idioma, etc.), sale ya transcrito tal cual, por lo que te ahorras tener que teclearlo… y, por tanto, que se te escape algún dedazo o lapsus al hacerlo, que podría ocurrir perfectamente. Imagínate lo útil que puede ser esto en un libro que incluya una larga bibliografía.
5) Supón que, por aquello de la unificación, necesitas averiguar cómo tradujiste antes una palabra específica dentro del mismo texto. O quizá en otro que hubieras incluido en la memoria de traducción (algo muy útil con libros de un mismo tema para una misma editorial). Pues bien, bastará con que hagas una búsqueda automatizada de todas las frases (en ambos idiomas) que incluyan dicha palabra.

En conclusión, quizá las herramientas de traducción asistida sigan sin ser para los traductores literarios lo que se dice la panacea universal. Pero, desde luego, ya has visto que tienen sus ventajas. Ahora tuya es la decisión de si hacer uso de ellas.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies